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Foto del escritorElizabet Díaz

Ucronía Tarantiniana: ¿qué hubiese pasado si…, importa?


Este trabajo fue realizado para la materia Taller de Oratoria y Retórica Docente (correspondiente al 3° año del profesorado de inglés del ISFD 97) a cargo del prof. Gregorio Piechocki.


Estoy sentada en el sillón, mirando una película que ya vi. La miro de nuevo porque me gusta. Ya sé lo que va a pasar. Sé quién se muere y quién se salva. Sigo mirando igual, porque me gusta la película; aunque no me gusta que el personaje más tierno se muera. Y mientras miro, una parte de mí sigue esperando que algo cambie, y que el personaje de Rudy se salve de la explosión de la bomba. Entonces mi cabeza me avisa y me recuerda que ese personaje muere. En cierta forma, supongo, tratando de adelantar “el duelo”, o la pena que esa muerte me produce. Pero sigo mirando, y mi parte racional queda en stand by, y mi parte emocional vuelve a desear que ese personaje no se muera, sigo esperando que algo cambie. Ya sé incluso que, si ese personaje no muriese, la historia que sigue no podría ser contada, que cambiaría esa trama que tanto me gusta, pero esa parte mía que no responde a la lógica sigue esperando que ese personaje sobreviva.





En todo ese proceso, mi mente no llega a pensar “qué pasaría si”, no me estoy haciendo una película paralela en mi cabeza pensando cuál sería el desarrollo alternativo si cambiase la historia. Porque no es una idea, es simplemente un deseo.

Lo mismo me pasa cuando veo una película basada en un contexto histórico. Más allá de que la historia contada sea una ficción, sé cómo fueron los acontecimientos de la realidad, como en una película ya vista. Sé cómo se sucedió la historia durante la Segunda Guerra Mundial, sé cuál fue el destino de Hitler y toda la devastación que produjo hasta llegar a su destino. También sé la historia de Charles Manson, sé la masacre de la que fue responsable. Y, aun así, mientras miraba por primera vez Bastardos sin gloria o Érase una vez en Hollywood, la parte emocional e inconsciente de mi mente se activaba, y volvía a desear que las cosas hubieran sido diferentes. ¿Y adiviná qué? Tarantino cumplió mi deseo.

En todo ese proceso, mi mente no llega a pensar “qué pasaría si”, no me estoy haciendo una película paralela en mi cabeza pensando cuál sería el desarrollo alternativo si cambiase la historia. Porque no es una idea, es simplemente un deseo.

La ucronía. Ese recurso literario o cinematográfico del que tanto se ha hecho uso. Geoffrey Winthrop-Young (2009), profesor de la Universidad Columbia Británica, describe la ucronía como un compendio literario inestable de entretenimiento y conjeturas uno de los géneros más improbables. Pocos otros tipos de narrativa demandan tanta suspensión de incredulidad. Tal vez más que cualquier otro género, la ucronía requiere un proceso sinérgico de prueba y error que involucra a los lectores, escritores e intermediarios para negociar, establecer y subsecuentemente renegociar los límites de la aceptabilidad. Léase: no es para cualquiera.


Incluso, se podría decir que hay sagas completas producidas en base a la ucronía. Lo que hoy conocemos como “multiversos”. Sin embargo, en todas ellas la ucronía es la protagonista. El foco y el desarrollo está puesto en contestar la pregunta “¿qué pasaría si?”. Por ejemplo, en el libro de Stephen King, 22/11/63, se contesta a la pregunta “qué pasaría si” se pudiese viajar al pasado y evitar la muerte de John F. Kennedy. O en la película El Efecto Mariposa se contesta más de una vez “qué pasaría si” el protagonista pudiese viajar al pasado e ir cambiando los eventos de su propia vida. Y en un presente más cercano podemos nombrar las sagas de Marvel, donde con la “licencia” que da el concepto de “multiverso”, todo es posible; y se pueden matar y revivir personajes de acuerdo a la conveniencia del autor o la conveniencia de la recaudación.


Pero la ucronía “tarantiniana” es otra cosa. No es la protagonista, es el telón de fondo, el escenario, la escenografía mientras una historia de ficción es contada.


Alerta: spoiler


Por ejemplo, en Bastardos sin Gloria se cuentan tres historias paralelas de ficción que convergen al final, las cuales se desarrollan durante la Segunda Guerra Mundial. La primera historia es la de un personaje llamado Shosanna; el oficial del SD Hans Landa mata a toda su familia cuando ellos estaban escondidos bajo el suelo de una casa. Más tarde reaparecerá ya establecida en París, dueña de un cine y con su identidad cambiada.


En la segunda historia, un grupo autodenominado “Bastardos” compuesto de soldados judíos, estadounidenses y alemanes a cargo de un teniente primero estadounidense, Aldo “Apache” Raine, en lugar de infiltrarse como otros comandos en territorio para misiones de sabotaje y colaboración con la resistencia francesa, se dedicarán exclusivamente a matar soldados alemanes con los métodos más crueles posibles con el fin de provocar terror en las filas nazis.


En la tercera, una actriz alemana que trabaja para los británicos llamada Bridget von Hammersmark, se reúne con un teniente británico y con algunos de los Bastardos, quienes son descubiertos por soldados alemanes, terminando todo en un tiroteo cruzado. De esa masacre, solo sobrevive ella.


A partir de esto, las historias se unen ya que, los Bastardos restantes junto a la actriz, se infiltrarán en la presentación de un film nazi, el cual será proyectado en el cine de Shosanna (quien cubre su identidad bajo el nombre de Emanuelle Mimieux). Esta convocatoria se sucede porque existía el rumor de que el mismo Hitler estaría presente y la oportunidad de matarlo no podía dejarse pasar.


Hasta aquí, las historias de ficción son contadas y desarrolladas como tales.

Mientras esto sucede, uno como espectador, desearía que esa misión se cumpliese: ¿qué lindo sería que maten a Hitler, o no?


En la película Érase una vez… en Hollywood, se narra la trama principal, una historia de ficción, que se desarrolla en el trasfondo de los últimos años de la década de los 60. Este período histórico estuvo caracterizado por eventos significativos como la Guerra Fría, el movimiento hippie, el icónico festival de Woodstock y la trágica masacre llevada a cabo por la secta de Charles Manson, que incluyó el asesinato de Sharon Tate, la esposa embarazada del director Roman Polanski, quien estaba a punto de dar a luz.

En cuanto a la historia principal, Rick Dalton (interpretado por Leonardo DiCaprio), un actor que ha perdido vigencia en la industria, y Cliff Booth (representado por Brad Pitt), su amigo y también doble de acción, se esfuerzan por encontrar su lugar en un Hollywood que está experimentando un periodo de cambios significativos. En la travesía, estos dos intérpretes en busca de oportunidades en la industria del cine, se cruzarán con Sharon Tate (encarnada por Margot Robbie), una actriz emergente, quien el año anterior había recibido una nominación al Globo de Oro. Es en este punto de la narrativa donde el relato ficcionado y los eventos históricos reales se cruzan.

Otra vez, me encuentro como espectadora, deseando que esos crueles asesinatos nunca hubiesen sucedido.


En este caso, debido a las vueltas de la historia, los miembros de la secta, en su camino a la casa de Sharon Tate, se encuentran con el personaje de Leonardo Di Caprio, lo que desencadena un cambio significativo en el curso de los acontecimientos. Como resultado, no solo es evitada la masacre, sino que los asesinos enviados por Manson son “ajusticiados” en manos de los personajes de Di Caprio y Pitt.

Hete aquí, Tarantino cumpliendo mi deseo. De la misma manera que lo cumplió cuando mirando Bastardos sin Gloria, me preguntaba si no hubiese sido genial que Hitler hubiese sido asesinado en aquella escena en el cine.

La ucronía. Ese recurso literario o cinematográfico del que tanto se ha hecho uso. Geoffrey Winthrop-Young (2009), profesor de la Universidad Columbia Británica, describe la ucronía como un compendio literario inestable de entretenimiento y conjeturas uno de los géneros más improbables. Pocos otros tipos de narrativa demandan tanta suspensión de incredulidad.



Aclaraciones que nadie pidió


Habiendo llegado hasta acá, creo que vale aclarar que no soy fan de Tarantino.

Siempre creí (aun lo hago) que hace un uso de la violencia muy “yanqui”. Esa cosa muy de ellos por la que, a más sangre y más morbo, mejor. Y parada en ese lugar de no-fan, entiendo que pueden ser válidas las críticas que se le hagan. Por ejemplo, cuando dicen que en Bastardos… es poco creíble el final, ya que Hitler era un obsesionado de la seguridad y nunca hubiese tenido tan pocos soldados custodiándolo. Hay quienes aducen que las licencias que se toma para el uso de la ucronía son inverosímiles, alegando que en Erase una vez… menosprecia y subestima, también, al clan asesino.

También están aquellos que llevan su crítica al terreno más moral (si se quiere), y afirman que sus historias les faltan el respeto a los muertos, víctimas de esas masacres.

Incluso están las críticas, con las cuales voy a coincidir, que sostienen que en todas estas películas existe una violencia injustificada.


Pero si prestamos atención, todas estas críticas provienen del raciocinio, del análisis mental que pueda hacerse a sus películas. Y yo estoy hablando del deseo, que ni siquiera tiene que tener sentido. Porque puede ser verdad que yo sea una más “de la tribuna”, a la que le están contando el cuentito que quiere escuchar. Y en este punto, creo que el mérito de Tarantino es, justamente, que le creo; no porque esté satisfaciendo mis cuestionamientos intelectuales, sino porque satisface ese deseo de lo que uno puede llamar “justicia/venganza” que no viene de la cabeza, sino del estómago. Esa cuestión, quizás hasta colectiva, de saber que algo que pasó, no debiera haber pasado, y que evitaríamos que pasase si pudiésemos; y que incluso tomaríamos con manos propias el hecho de hacer justicia… E hizo todo eso mientras yo miraba una película, concentrada en la historia de un protagonista que nunca existió.


Es por todo esto que creo que siendo, o no, válidas todas las críticas, el uso que hace Tarantino de la ucronía, es excelente. Porque la usa, pero no la cuenta, simplemente está ahí, sin protagonismo, pero sin dejar de estar en ningún momento en el desarrollo del film. Él simplemente te la muestra al final, sin contestar nunca y sin importar “¿qué hubiese pasado si...?”



Bibliografía:


WINTHROP-YOUNG, G. (2009), “Fallacies and Thresholds: Notes on the Early Evolution of Alternate History”, en R. Wenzlhuemer (ed.), Counterfactual Thinking as a Scientific Method/Kotrafaktisches Denken als wissenschaftliche Methode (Historical Social Research/Historische Sozialforschung 34.2). Colonia: Zentrum für Historische Sozialforschung, 99-117.

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