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Alejandro Noviski

Acerca de “Pandemia, el Covid-19 sacude al mundo!” de Slavoj Žižek(2020)

El modo de vida encuarentenado movilizó mucho más que aplausos a los héroes de la salud, también hubo titanes, corsarios y rufianes del pensamiento buscando su propio reconocimiento. Agamben, Nancy, Chul-Han, Zizek… Cada cual, burlando al búho de Minerva, perfiló una mirada sobre el ignoto presente que nos toca vivir. En este caso se trata del reconocido filósofo esloveno, aquel que algunas veces pisara Buenos Aires.



Raudo, precipitado, inquieto, como cuando lo vi entrar a una sala repleta de gente en una de las ediciones de la Feria Internacional del Libro de Bs. As. hace unos años atrás; con esa vertiginosidad apresurada que lo distingue, Žižek se adelantó al conjunto de intelectuales del momento para publicar una obra acerca del acontecimiento que tiene al mundo paralizado y cuyo curso aún está “en desarrollo”, como se dice en la jerga periodística.


Anagrama lo puso a disposición el 6 de mayo, pero la versión on-line, que es la que tomé como fuente, circula desde el mes de abril en las redes. La OMS declaró Pandemia al coronavirus covid-19 el 11 de marzo. Es decir, que en menos de treinta días Žižek, burlando la sentencia hegeliana de que es necesario esperar la noche para que el búho levante su vuelo, publicó este texto, con los acontecimientos apenas despegando del suelo. Una auténtica “obra precoz”.


Como tal se hace justo juzgarla, pues toda crítica que pueda hacerse a este breve ensayo deberá considerar el marco alborotado y confuso en que se llevó a cabo.


Si hay un signo de que la pandemia ha tocado en lo personal al autor, es aquello de lo que nos informa en la dedicación inicial de la obra: “Para Michel Sorkin, sé que ya no está con nosotros, pero me niego a creerlo”. Me resultó llamativo que un intelectual y psicoanalista utilice la expresión “me niego a creerlo”, tan cara a la dimensión personal de cada quien. Eso me llevó a bucear en busca de este amigo a quien dedica su obra, y descubrí, no sin estupor, que había fallecido pocos días antes, el 26 de marzo de este año, a causa de las complicaciones derivadas de la infección de Covid-19. Ese “negar” no es caprichoso, ya que es el primer momento de todo duelo.


Pese a esto, o quizá en la línea de la misma negación, en principio no puede dejar de sentirse durante toda la lectura de la obra una atmósfera de optimismo y satisfacción que subyace o trasciende cada capítulo del libro. Esta sensación se verifica sobre el final, cuando realiza una confesión personal: “Me gusta esta idea de estar confinado en mi propio apartamento, con todo el tiempo disponible para leer y trabajar”. Y en el remate de su texto: “No puedo imaginar una mejor descripción de lo que uno debería llamar descaradamente una vida decente no alienada –y espero que algo de estas actitudes sobreviva cuando esta pandemia pase”. Y es que este ambiente encuarentenado parece armonizar muy bien con sus hábitos de preferencia: “Un buen ensayo sobre un cuadro famoso significa mucho más para mí que ver ese cuadro en un museo lleno de gente”.


La composición del libro es disímil, se advierte con facilidad. El ensayo contiene diversos registros articulados en una obra: notas escritas para medios gráficos, reflexiones personales, comentarios sobre análisis de otros autores, y un cierre con fragmentos de correspondencia personal.


Yendo a nuestro métier y a lo que se articula a nuestra temática cinéfila, Slavoj, como suele hacerlo, acude al cine ya sea para representar sus ideas o para explicar conceptos, aunque en este ensayo lo hace en menor medida que en otros.

Una de sus referencias más originales es la que hace respecto a La guerra de los mundos. Además de anoticiarnos de que la trama de esta novela original de 1897 surgió a partir de una discusión entre Herbert G. Wells y su hermano Frank acerca del efecto catastrófico de la presencia británica sobre los indígenas de Tasmania, Žižek invierte la trama de la película y señala que los “invasores marcianos” en realidad somos nosotros los humanos que estamos destruyendo la tierra, y que estamos sucumbiendo ante un patógeno para el que no estamos inmunológicamente preparados, de la misma manera que ocurrió en dicha ficción con los marcianos que venían a invadirnos.


La tormenta perfecta es otra de las obras utilizada, pero haciendo referencia no al film sino al non fiction de Sebastián Junger, de 1997, sobre la cual se basa la película. Žižek usa dicha obra para explicar una hipótesis propia según la cual existe actualmente una combinación de tres tormentas que asolan Europa: la pandemia, las consecuencias económicas que traerá, y lo que él da en llamar el “virus Putogan”. Este último consiste en una complicidad entre Putin y Erdogan que pueden hacer colapsar a Europa a través de dos factores: la regulación de los oleoductos que controla Rusia, y la contención de inmigrantes africanos que controla Turquía y que funciona como válvula de regulación de las migraciones, “los dos países controlan el suministro de petróleo, así como el flujo de refugiados, y por lo tanto pueden utilizar ambos como medio de chantaje.”


Tal vez el uso cinéfilo más ramplón que realiza es la referencia a Kill Bill 2 y la escena en que la heroína Beatrix le aplica el golpe “la técnica del corazón explosivo” a Bill. Si recordamos la película, Bill, tras recibir el golpe, tiene el “boleto picado” para esta vida, y sólo le queda aguardar el momento de dar cinco pasos para que su corazón explote. Žižek utiliza esta figura para graficar el efecto que pudo haber tenido el Covid-19 sobre el sistema capitalista mundial: “la epidemia de coronavirus es una especie de ataque de la “Técnica del Corazón Explosivo” al sistema capitalista mundial, unas señal de que no podemos seguir como hasta ahora, de que se necesita un cambio radical”.


Otra mención cinéfila que hace es para referirse a Onthebeach, un magistral film del año 1959, que muestra una Australia desolada y vacía después de una hipotética devastación atómica, donde los ciudadanos están condenados a muerte no por “la técnica del corazón explosivo”, sino por los efectos radiactivos que tardarían apenas unas semanas en acabar con la vida de todos los ciudadanos. Al respecto Žižek nos cuenta que las imágenes vacías de Shangai y de Hong Kong, producto de la pandemia, le producen una “melancólica belleza” y le recuerdan a esta película que aquí se conoció con el nombre de El último día.


Finalmente, realiza una pequeña mención a Contagio, película de 2011 dirigida por Steven Soderbergh, para señalarnos que el conocimiento que hasta ahora teníamos de lo que era una pandemia era meramente intelectual, a través de películas de este tipo, y por tal motivo nunca nos tomamos en serio la posibilidad de que nos ocurra.


Hecho este recorrido por las películas citadas por Žižek vale la reseña emprendida para hacer algunos comentarios del ensayo en general.


El primer capítulo transita en su mayor parte en torno al debate sobre el autoritarismo chino y sobre la mentada hipótesis acerca de si hubiera sido posible prevenir la expansión del brote con más libertad de expresión. Žižek surca el camino hacia el rescate de dos verdades: “en cierto sentido ambas versiones son ciertas… Cuando las voces críticas se quejan de que la ´la verdad siempre será tratada como un rumor´, por las autoridades chinas, hay que añadir que los medios de comunicación oficiales y el vasto dominio de las noticias digitales ya están llenas de rumores”.


Un momento de lucidez escéptica atraviesa el capítulo: “Lo realmente difícil de aceptar es que las actuales epidemias son el resultado de la contingencia natural en su estado puro… y que no esconde ningún significado profundo”, ya que “En el orden más amplio de las cosas somos una especie que no importa”. He aquí tal vez uno de los puntos más lacanianos del texto.

Llama la atención la actitud con que Žižek aborda al intelectual norcoreano Byung-Chul Han, ya que la prisa que urge al autor tal vez sea la responsable de un atrevimiento que bordea la desconsideración. Para realizar una crítica a La sociedad del cansancio de dicho autor, no le tiembla el pulso a la hora de servirse de un resumen de Wikipedia tomado “desvergonzadamente”, según sus propias palabras. ¿Deberá entenderse tal actitud como un implícito desdén hacia el autor norcoreano? No lo sabremos.


Resulta particularmente importante el pasaje donde se dedica a aclarar una afirmación hecha tiempo atrás, antes de la publicación del libro, y a partir de la cual ha recibido, según él mismo da a entender en la obra, innumerables e injustas críticas, producto de habérselo interpretado mal. Paradojas y avatares de la circulación de la palabra, quien tanto se ha dedicado a escudriñar el mundo de los malentendidos, malentendido fue.


En una nota que circuló en los medios había dicho que “El covid podía dar un nuevo impulso al comunismo”, y es en el capítulo siete donde se toma un espacio para aclarar ese “malentendido”. “Cabría añadir que ese enfoque global debería ir mucho más allá del mecanismo de los gobiernos individuales: debería abarcar la movilización local de personas fuera del control estatal, así como una coordinación y colaboración internacional sólida y eficiente. Si se hospitalizan miles de personas por problemas respiratorios, se necesitará un número mucho mayor de máquinas respiratorias, y para conseguirlas, el Estado debe intervenir directamente de la misma manera que interviene en condiciones de guerra cuando se necesitan miles de armas, y debe contar con la cooperación de otros Estados. Como en una campaña militar, la información debe ser compartida y los planes totalmente coordinados – ESTO es todo lo que quiero decir con «comunismo» necesario hoy en día”.


Si cabe hacer alguna observación crítica a la obra es señalar que llama la atención que un autor dedicado a escudriñar y a hacer foco en el reverso de las realidades homogéneamente percibidas, se sume aquí, en serie, como un observador más del conjunto, a considerar la “plena realidad de la pandemia”, sin distinguirla en su abordaje del acontecimiento político global, que no es la pandemia, sino la cuarentena universal. Tampoco se toma un espacio para trabajar sobre una diferenciación al menos somera entre el “real” en sí del virus, la pandemia como categoría médico epidemiológica, designada así por la OMS, y en tercer lugar, el instrumento que se ha elegido para enfrentarlo: “cuarentena, confinamiento, aislamiento social”: lo “biológico” del virus, lo “médico-epidemiológico” de la pandemia” y lo político” de la cuarentena como herramienta. Tres hechos diversos que en la obra aparecen sin ser indagados en su distinción elemental.


Para aclarar más las cosas aún, en el capítulo “Comunismo o barbarie. Así de simple!”, retomará su idea de comunismo diciendo que: “No es una visión comunista utópica, es un comunismo impuesto por las necesidades de la mera supervivencia. Es, por desgracia, una versión de lo que en la Unión Soviética en 1918 se llamó “comunismo de guerra”.

El texto también entra en diálogo con Giorgio Agamben, quien tenía una visión crítica de las cuarentenas ejecutadas por los políticos, y había dicho que las respuestas que han dado los estados ante la pandemia han sido “frenéticas, irracionales y absolutamente injustificadas”, y que la razón principal de esta reacción desproporcionada estaría en “la creciente tendencia a usar el estado de excepción como un paradigma normal de gobierno”. Aquí Žižek vuelve al punto del que no se mueve. Para él, la dimensión que los estados y los medios de comunicación le han dado a la pandemia es de una realidad indubitable: “Tanto la alt-right como la falsa izquierda se niegan a aceptar la plena realidad de la epidemia, cada una… denunciándola en nombre de su significado social”.


Si cabe hacer alguna observación crítica a la obra es señalar que llama la atención que un autor dedicado a escudriñar y a hacer foco en el reverso de las realidades homogéneamente percibidas, se sume aquí, en serie, como un observador más del conjunto, a considerar la “plena realidad de la pandemia”, sin distinguirla en su abordaje del acontecimiento político global, que no es la pandemia, sino la cuarentena universal. Tampoco se toma un espacio para trabajar sobre una diferenciación al menos somera entre el “real” en sí del virus, la pandemia como categoría médico epidemiológica, designada así por la OMS, y en tercer lugar, el instrumento que se ha elegido para enfrentarlo: “cuarentena, confinamiento, aislamiento social”: lo “biológico” del virus, lo “médico-epidemiológico” de la pandemia” y lo político” de la cuarentena como herramienta. Tres hechos diversos que en la obra aparecen sin ser indagados en su distinción elemental.


Más allá de estas observaciones, la intención de la reseña es recomendar ampliamente la lectura de Pandemia, el Covid-19 sacude al mundo!. Quienes hayan leído su clásico El sublime objeto de la ideología u trabajos como Visión de paralaje, extrañarán sin duda la profundidad y el detenimiento del análisis que solía realizar Žižek. Pero Pandemia, aún en su brevedad y en su simpleza, es un libro que lleva el sello de la sagacidad, ocurrencia y cultura de quien escribe, así que no deja de ser un trabajo que entretiene y enriquece al mismo tiempo.

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