Las vanguardias artísticas utilizaron al cine como uno de sus vehículos de expresión. El siguiente texto retoma una serie de posters característicos de diferentes períodos estéticos, que enfatizan el vínculo del cine con el cartel como recurso visual primordial.
El cine -como la pintura, música y poesía- formó parte de las vanguardias que cuestionaron el sistema de valores de la sociedad moderna. En algunos casos, se produjo una simbiosis notable entre la temática de los films y sus afiches.
Expresionismo alemán
Surgido en 1919 (en una Alemania asolada por la Primera Guerra Mundial) y autoproclamado contrario al arte academicista/realista que imperaba en la época, este movimiento tomó como base de sus relatos la realidad subjetiva, haciendo foco en los sentimientos más profundos del ser humano.
Para enfatizar estos conceptos recurrió a diversos efectos visuales: resaltar contrastes de luces y sombras, pintar decorados o maquillar excesivamente los rostros de los actores. Algo que incorporaron sus principales exponentes cinematográficos: FW Murnau y Fritz Lang.
El último hombre (1924), El gabinete del Dr. Caligari (1920), Metrópolis (1927), M, el vampiro de Düsseldorf (1931) y El Golem (1920).
Este corpus estético se trasladó con fidelidad a los carteles. En ellos destacan: claroscuros, distorsión de espacios (elementos arquitectónicos oblicuos, ondulados, con ángulos pronunciados, que remiten al art decó y al cubismo), y la presencia de locos y autómatas. El clima visual acorde al tópico recurrente de los films es la angustia existencial del ser humano.
Cine soviético
En 1917, con la Revolución bolchevique ya concretada, Lenin vislumbra el potencial comunicativo del cine (fusión de propaganda y entretenimiento) sobre un pueblo mayoritariamente analfabeto. Con el fin de conmover y adoctrinar audiencias, los directores más reconocidos del movimiento recurren al uso de imágenes de gran realismo, sumado a un magistral empleo del montaje (con Sergei Eisenstein como uno de sus grandes maestros).
Versiones de afiches para Octubre (1928) y El acorazado Potemkin (1925), el último de ellos diseñado por Alexander Rodchenko.
En los carteles se evidencian los postulados del nuevo cine. Se destaca al héroe colectivo por sobre el individual, al poder de la masa como fuerza modificadora de la realidad.
La estética muestra influencias del constructivismo ruso, en la cual conviven la abstracción geométrica (inspirada en el suprematismo de Kasimir Malevich) con imágenes de la revolución.
Neorrealismo italiano
La Segunda Guerra Mundial golpeó con dureza al pueblo italiano. Al finalizar la contienda, el cine neorrealista refleja y denuncia la crítica situación económica y moral de posguerra. Para ello, se vale de un formato cuasi documental que relata la vida de sus ciudadanos (proletarios en su mayoría) sumidos en la frustración y la pobreza. Se utilizan como escenarios -rodando principalmente en exteriores- los sectores más desfavorecidos de las ciudades, incorporando actores no profesionales en los elencos.
Roma, ciudad abierta (1945), El limpiabotas (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Los niños nos miran (1944), La tierra tiembla (1948) y Arroz amargo (1949).
La temática social de este cine se refleja en sus carteles, destacando a la figura humana como elemento principal. Los rostros evocan -con expresividad marcada- estados de ánimo y emociones que componen escenas de tono teatral. La elección de tipografías gestuales y la ilustración como técnica, evoca la mano del hombre al que se enaltece.
Dogma 95
El lugar: la ciudad de Copenhague. La génesis: un colectivo de cineastas autodenominado Dogme 95 que se proclama -manifiesto mediante- en abierta lucha contra tendencias cinematográficas establecidas. Dichas reglas establecían -entre otros puntos- el uso de iluminación natural y de cámara en mano, la prohibición de trucajes y filtros, la grabación de sonido en vivo.
Los idiotas (1998), Los amantes (1999), Julien Donkey-Boy (1999), Mifune: secretos de familia (1999) y La celebración (1998).
Tanto la composición visual, como los encuadres fotográficos y las tipografías utilizadas (que remiten a diseños de Emigre) anclan en la década del 90; aún a riesgo de convertirse en reflejo de modas que imperaron en la época. Otro detalle característico de las piezas es la presencia del sello de pertenencia al movimiento Dogma, a modo de garantía de origen.
Dogma 95 conforma -hasta el momento- la última vanguardia cinematográfica reconocida como tal. Pero como bien sabemos, el cine es experto en secuelas y reversiones, razón por la cual quizá no sea la última.
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