Daniela posa su sensibilidad cinéfila sobre el tema del momento, el Coronavirus. Discurre sobre los pormenores del confinamiento desde una perspectiva psicológica y humanista, recordando películas y llamando la atención sobre las consecuencias de este trauma social.
Videollamadas, mensajes de texto y voz nos hacen estar pendientes de las pantallas; pero ahora para no perder el contacto con el otro, para no caer en la desidia y desesperanza. Como si la Inteligencia Artificial hoy nos cubriera trozo a trozo la piel, impidiéndonos los abrazos, besos, caricias, en fin, esas costumbres típicas de acuerdo con las regiones que en el mundo entero se tienen porque somos seres de cultura, sociables (los más ermitaños también) que, sin el contacto humano, morimos. Todo era consumible según nuestro tiempo y placer, series y más series; compras online y encuentros humanos también se multiplicaban por esa vía. Hoy, tristemente es la única vía para resistir con vida.
Demasiado real para ser ficción
Algo que no logramos ver se presenta como un tornado que acecha a nuestras puertas, se mete en nuestras vidas y sus costumbres y pretende atentar contra nuestra salud física y mental. Estamos hablando de un momento histórico sin precedentes: la vida antes y después del Coronavirus o el Covid-19. Una pandemia causada por el virus SARS-CoV-2.1112 que comenzó el 1 de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, en la China central, cuando se reportó a un grupo de personas con neumonía de causa desconocida y vinculada principalmente a trabajadores del mercado mayorista de mariscos del sur de China, el cual vende, entre otros productos, varios tipos de animales exóticos vivos.
Como en la película Twister, todos estamos corriendo y nos sentimos atemorizados, hablando con cierta sutileza. Dejo al lector que vuele con la imaginación respecto de las innumerables películas que al espíritu le venga, ya que este actor principal nos toma como rehenes en nuestras propias casas, los que aún tenemos la suerte de resguardarnos, puesto que otros habitan la calle (como la historia de la Humanidad lo constata una y otra vez). Ante estas situaciones de emergencia mundial, el primer blanco en ser atacado es la pobreza que se expande en el paisaje de la calle, la vereda, es decir, todo tipo de espacio público, justamente el que hay que evitar. También están los que obligadamente tienen que salir a trabajar, a veces incoherentemente, como la obligación mercantilista y capitalista comanda, pero en realidad es este mismo sistema el que se está cayendo a pedazos, infectándose. También el panorama ya muestra a aquellos que han sido tomados por el virus encontrándose en algún hospital. Y finalmente, la realidad más cruenta, y que va creciendo a escalas inimaginables, nos indica con sus estadísticas la cantidad de muertes que esta pandemia se está comiendo, sí, siendo el menú del día como en esas películas de ciencia ficción de monstruos o bichos extraños que devoran a la raza humana.
Esta era de comunicación cibernética a nivel mundial como modo alternativo de comunicación hoy nos enseña que es la única manera para contactarnos. Videollamadas, mensajes de texto y voz nos hacen estar pendientes de las pantallas; pero ahora para no perder el contacto con el otro, para no caer en la desidia y desesperanza. Como si la Inteligencia Artificial hoy nos cubriera trozo a trozo la piel, impidiéndonos los abrazos, besos, caricias, en fin, esas costumbres típicas de acuerdo con las regiones que en el mundo entero se tienen porque somos seres de cultura, sociables (los más ermitaños también) que, sin el contacto humano, morimos. Todo era consumible según nuestro tiempo y placer, series y más series; compras online y encuentros humanos también se multiplicaban por esa vía. Hoy, tristemente es la única vía para resistir con vida.
Los cuidados imprescindibles
Freud y Einstein fueron pensadores de otro siglo. Se han inquietado y se han dedicado cartas en donde hablaban de la lucha por la vida y la muerte y ese instinto o pulsión (según la traducción de la editorial de las Obras Completas de Freud) como la energía del ser humano para desencadenar guerras por el egoísmo de la lucha por el poder; del odio a lo diferente; la exterminación de sitios, de seres humanos. En fin, destrucción de lo que no nos gusta porque es morocho; porque no nos sirve; porque es débil; porque es mujer y encima feminista; porque su bandera simpatiza por el macrismo, el kirchnerismo, el peronismo o el radicalismo; también porque tiene algo que yo no poseo. La lista es interminable.
Hoy el llamado Covid-19 despertó a golpes nuestro planeta. Fue con un susto casi paralizante, casi porque no se puede creer, y como en tiempos de guerra está el «sálvese quien pueda», aquí los gobiernos y el mundo entero pide a gritos un lema que podría tener las estrofas de un himno universal, como pueden ser las Sinfonías de Beethoven. El lema: «Quedate en casa». Es decir, al modo de un imperativo, no te muevas significa que de ello depende nuestras vidas y, aun así, no hay garantías absolutas, tal como la vida misma presenta, pero no por ello vamos a hacer lo que se nos plazca. Vivir en sociedad tiene reglas, muchas veces ignoradas, vulneradas, quebrantadas, pero que tendrán que volverse a poner sobre la mesa para escribir un nuevo contrato de convivencia a nivel mundial. Todo depende de pequeños gestos que se vuelven grandes gestos. Salvar al castigado planeta ya muestra, con nuestro restringido circular, cómo los pájaros cantan con sus rítmicos sonidos, o cómo las aguas de ciertos lugares lucen un ropaje más cristalino, increíbles dos ejemplos que nos muestran que ahora la protagonista es la naturaleza que circula más libremente y nos encierra a los humanos.
Toser con el pliegue del codo; lavarse las manos regularmente; controlarse la temperatura (tener registro consciente de las alarmas de nuestro cuerpo); aislarse evitando el contacto con los otros; desinfectar todo… Usar dispositivos electrónicos hoy en día se vuelve el imperativo único en el mundo para poder continuar con el trabajo de acuerdo al tiempo de la vida que transitemos: escolar; laboral; académico; pero principalmente familiar: ese calor humano que muchas veces se pierde por el ritmo ensordecedor de nuestras vidas, que hace que sea ahora ese mismo ritmo que nos pierde, el que nos cachetea para despertar, afinar nuestras neuronas y poner en conexión a nuestras ideas, ayudando a limpiar nuestro ser interior. Un tiempo que se pone en primer plano para que ordenemos el caos que hemos creado. Era digital que, en breve, no caben dudas en un tiempo futuro, alguien contará esta historia que hoy vivimos y será taquilla en los cines o el dispositivo que se invente. Realidad que no discrimina a nadie y nos mete a todos en la misma bolsa: el miedo a morir. A todos nos puede tocar, claro que hay población de riesgo, la pobreza en primer lugar, ayer, hoy y siempre, los más viejos; aquellos con alguna patología de base, con una salud un poco (o mucho) desmejorada y/o deteriorada. Vivimos como actores sin haber hecho una audición, como la magnífica obra cinematográfica Truman show, entrando a los rincones de cada casa de familia para mostrar ahora cómo se hace para pasar un tiempo con los nuestros sin que se torne eterno, aburrido, o hasta violento, intolerable.
HOY ESTO NOS DA UNA LECCIÓN Y NOS PONE A PRUEBA. SEAMOS SOLIDARIOS Y QUEDÉMONOS EN CASA SI AMAMOS A LOS NUESTROS, LOS NUESTROS A LOS OTROS, Y LOS OTROS A NOSOTROS. TODO ES UNA CADENA. AYUDEMOS A CONSTRUIR UN MUNDO MEJOR.
Las categorías del tiempo y el dinero
El tiempo y el dinero no son categorías tangibles. pero nos regulan ¡Y vaya cómo, que la economía mundial entró en colapso! El aburrimiento, patología rankeada en el primer lugar de nuestro siglo XXI, nos ha indicado que lo importante en la vida es la optimización del tiempo y claro, hacerlo productivo, ¿para qué y para quién? Nadie quiere escuchar al otro mal porque, y acá anexamos otro lema de la era, hay que estar bien; todo pasa; hay que ser felices. Aquí no estamos cuestionando ser felices, pensarnos ese camino de vida nos da energía y vitalidad para proyectar, claro que está perfecto, pero sin sus opuestos, como la tristeza, por ejemplo, es difícil superarse, para también proyectarse y saber cada cual, sus límites y posibilidades, qué se puede cambiar y qué no. Todo el tiempo estamos sin tiempo para poder detenernos y pensar qué no vemos de nuestras conductas que se tornan densas, como ese Día de la marmota donde, como robots perdemos todo tipo de sentimientos, pero a cambio nos aseguramos mantener una vida sin condimentos, sin emociones, pero asegurada al fin y sin riesgos.
Pero ahora es otro tiempo el que entra en escena, el del contagio; porque nos persigue y desequilibra nuestras vidas armadas hasta entonces. Es el tiempo que marca dos opuestos:
1) tener un montón de tiempo de cuarentena para disfrutar (y también enloquecer, no lo dejemos a un costado porque también nos pasa) con los nuestros, ya que al trabajar todo el día fuera de casa, por ejemplo para traer el dinero al hogar, no hay tiempo para el disfrute familiar de un modo más armonioso, porque está claro que el dinero no alcanza si no se trabaja full time;
2) el tiempo que vuela y muestra en distintos puntos del planeta la velocidad de contagio y muerte; va más veloz que Fangio con sus históricas carreras. ¿Es un virus, como si fuera ese payaso a lo Joker, que se venga por todos esos seres indefensos, que quedaron marginados del sistema? ¿Es la naturaleza que, cobrando fuerzas nos dice que no contaminemos más el planeta porque ya estamos extremadamente jodidos? ¿Es el monstruo de La forma del agua que con fuerza indestructible se presenta ante los humanos mostrando la lucha eterna del poder y por ello quiere llevarse a su ser amada a otra dimensión, y así estar en paz, juntos?
Quedate en casa
Todo un mix de incógnitas que no hallan respuesta, pero sí una que puede iniciar el combate de esta guerra: quedarse en casa. Un lema que algunos aún no creen, y eso que no están mostrándonos una película de ciencia ficción en la televisión. Tal vez esos personajes se sientan seres superiores; pero más vale ante ellos correrse así no nos infecta su egoísmo e ignorancia, porque claro, no hay que ser Einstein para mirar a nuestro alrededor: estamos solos; cumplimos e intentamos limpiar todo y para ello desarticulamos hasta nuestro propio cuerpo que va perdiendo coordinación con todos los malabares que ensaya, paso a paso, al evitar el contacto con lo que anda volando y por supuesto, con nosotros mismos.
La perimetral está puesta en marcha, y para aquel que la viole más cuarentena, sanción legal y escrache social. Quedarse en casa es el arma que hoy mejor combate esta lucha y no con bombas, sino con la bandera de la paz que a nivel mundial se ha viralizado, mientras dejamos a los científicos hacer su trabajo de dar en blanco contra el virus, como la tarea de desactivar una bomba, y de esto las películas y series nos muestran enormes ejemplos de la tensión y el tiempo contra reloj que se tiene; como en la película Máxima velocidad. Así como en otros tiempos de pestes se pintaban las puertas de las casas para que el mal no entre en ellas, así estamos en el siglo XXI con todo un kit aprendiendo a limpiar y seguir limpiando todo nuestro alrededor, ¡algún que otro TOC se va a profundizar! Cada uno con su relato; con su fe y hasta también con su desesperanza, confía con esperanza que esto no se propague más, que frene su accionar. Algunos ya hablamos solos, pero no nos pueden tildar de locos, creo a esta altura con el confinamiento todo es posible. Yo al menos muestro optimismo en tiempos difíciles.
Siempre se dice que la esperanza es lo último que se pierde; pero debo confesar un fallido al tipear la palabra «último» puesto que había escrito «único». Es decir, tengo miedo y mi inconsciente lo manifiesta, entonces a veces la carga positiva va hacia el polo negativo. La ambivalencia del ser humano es grande. Sus incertidumbres también porque el costo a nivel mundial que tendrá en nuestra psique es enorme. El traumatismo que esto está generando en el ser humano es inmenso, y allí es donde se desvela la esencia de cada uno: por más que limpiemos y limpiemos se van descubriendo basuras, lo peor o lo mejor, y en algunos la mezcla, siempre sale, esta no es la excepción. Mi desesperanza es que esto no nos hará mejores personas,. Pero mi esperanza es que el ser humano aumente su capacidad de bondad, altruismo, humanidad. Y aquí, sumando optimismo hasta emocionar con lágrimas que rozan mis mejillas y limpian mi cara y mis angustias, veo y también deseo que se replique la fuerza del sujeto que hace movimientos en comunidad (eso es grandioso, una mano que ayuda a la otra, aun sin contacto físico).
El humano se reinventará sólo siendo humilde y creyendo que es posible si una mano lavada ayuda a la otra a lavarse, para así levantarse y cooperar, replicando acciones de bondad que nos encuentren reunidos simbólicamente. Y así en un tiempo no tan lejano podamos circular sin fronteras, libre y conscientemente. Pero a su vez, hay que registrar que este virus puede ser la metáfora del Alien que sale de nuestro vientre, es decir, algo que nosotros mismos poseemos por avaricia, dando nacimiento, creando un monstruo que nos va comiendo.
Pero ahora no quiero contradecir mis palabras, dije que era positiva y que tenía esperanza. Pues hacia allí vamos, y si hablo de esperanza hablaré de deseo como esa energía pujante que no se extingue porque no es momento de preguntarnos qué animal seríamos, como en Langosta, y menos aún pensar en la película ganadora del Oscar Parasite, tan cruel y real.
Es momento de dar un paso al frente y avanzar hacia otra era, otro modo de relacionarnos con los objetos digitales ya inventados, sin tomarnos como objetos desechables, eso es lo que el Covid-19 está haciendo, nos ha objetualizado y nos necesita para seguir replicándose, por eso es importante que no se nos meta en el cuerpo. Por momentos, parecemos estar corriendo para defendernos y demostrarle al mundo que no estamos paranoicos ni locos, como el personaje femenino de El hombre invisible, el papel protagónico se lo lleva este famoso virus, y sale en todos los programas y aplicaciones digitales. Está en todos lados y en ninguno. Bien de esta era.
Acciones planetarias para desintoxicarnos
Tendremos que desintoxicar mucho nuestro cuerpo y así ayudar al planeta. Dejar a un costado el capitalismo arrasador y empezar de nuevo a compartir, discutir y crear soluciones en conjunto porque la única manera de salir de casa y compartir con los otros es, primordial y estrictamente hablando, quedarse en casa.
Los juegos del hambre, Avatar, Titanic. Todas las películas que se nos ocurran van construyendo nuestra mediateca. Pero hoy la apuesta es por la vida de todos y… Todo por amor, porque eso es lo que tiene que correr por nuestras venas. Esto será un pasado que enseñará y dejará marca, como esas primeras marcas que muy bien nombró Freud en su Proyecto de psicología para neurólogos: marcas que, en el contacto con el Otro construyen esas huellas mnémicas que nos construyen como sujetos, nos fundan. Que las marcas no son sin muerte está más que claro en este presente que estamos viviendo, pero ahora es tiempo de seguir batallando y salir de esta pesadilla de Freddy Krueger para retornar a una vida más amable, ecológica, saludable, consciente, de pensar en comunidad. Más miradas y menos contacto material es nuestro acceso de momento en esta vida. Hasta que el abrazo y los besos vuelvan para contarnos una nueva película pero vivible en la vida real.
Le vamos a hacer jaque mate a esta reina, le sacaremos la corona y volveremos a compartir ese mate pasándolo de una mano a la otra en ronda hasta que se lave y se cambie la yerba y vuelva a estar espumoso, y así, un sinfín de veces. Ya vamos a salir de la cárcel como en Sueño de libertad. La prisión no será opción, el control del cuerpo y toda la parafernalia serán cosa del pasado. Empezaremos como ET con el contacto con el dedo y luego seremos como esos monos, koalas o canguros (animales en extinción si los hay) enredando nuestros cuerpos y soltaremos las pantallas táctiles por un buen rato para volver a tocar y reconocer nuestros cuerpos, nuestras vestimentas, nuestros ropajes de vida. No hay que tirar la toalla, sino dar dura batalla como Rocky Balboa. Ayudemos a colocar a la humanidad en la categoría de humana, pero con sensibilidad; no caigamos en errores ya conocidos. Nuestro deber será ser superiores, y así esto pasará a ser ficción y la vida será esa puerta que le abrimos a un amigo para compartir sin importar las horas del reloj, las horas de un luminoso sol y las horas de una brillante luna.
Hoy esto nos da una lección y nos pone a prueba. Seamos solidarios y quedémonos en casa si amamos a los nuestros, los nuestros a los otros, y los otros a nosotros. Todo es una cadena. Ayudemos a construir un mundo mejor.
Y porque, como dice Víctor Heredia con su bella melodía, «todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos que nos den la esperanza de saber que es posible que el jardín se ilumine con las risas y el canto de los que amamos tanto. Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos por un día distinto sin apremios ni ayunos, sin temor y sin llanto y porque vuelvan al ruido nuestros seres queridos». Dejo aquí estas líneas hechas con amor, esperanza y luz para que cantemos bien fuerte porque todavía soñamos con un mundo mejor.
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