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Foto del escritorÁlvaro Fuentes

El artista: poética de la imagen muda


El cine mudo es, de alguna manera, una expresión más poética si se quiere que el cine sonoro. La imagen expresa estados interiores del alma, como sostenía Balazs, a través de la actuación de los actores. La expresión de sus rostros habla por sí sola, no necesita diálogos para manifestar un sentimiento. El cine mudo es poético y no lógico, como lo demuestra El artista, donde no importa tanto la trama, sino las experiencias emocionales de dos personajes que pasan del amor al orgullo y la soledad.


Las dos películas más relevantes (prácticamente las únicas) que he visto últimamente fueron Silencio, que la fui a ver al cine, y El artista, que apareció hace algunos años pero que vi recién ahora, por televisión. La de Scorsese no me pareció una obra maestra pero me resultó interesante. Tiene una visión compleja acerca de lo religioso, los choques culturales y el eurocentrismo. Como me señalaba alguien, ante ciertas reticencias mías a aceptar el planteo de la película, ésta pone por arriba de concepciones religiosas y políticas puntuales al pragmatismo de la compasión.


Tenía ganas de ver El artista sobre todo porque vuelve a hacer una película muda, con la estética del cine de los años veinte, pero en el presente. Me interesa el período mudo porque, como afirman grandes teóricos como Balazs y Arnheim, contiene la economía básica del cine como forma de lenguaje. Pensaba que El artista, por ser una obra contemporánea pero en formato mudo, podía iluminar aspectos sobre el arte que tanto nos obsesiona.


Las escenas no necesitan brindar demasiada información concreta de lo que se habla porque el recurso expresivo es la mirada y el gesto corporal, el clima emocional de la situación, enmarcado en mínimas coordenadas narrativas sin dudas importantes para situar al espectador.


Creo que uno de los cineastas clave para pensar esta naturaleza emotiva del cine es Jean Jaques Annaud, con películas como La guerra del fuego y El oso. Allí no hay diálogos, son sólo acciones y modos de vinculación entre personajes (que en el caso de El oso son animales): amor, odio, ternura, comprensión, rencor, nostalgia, etc. Las acciones van tejiendo la trama del relato y, sobre esa base argumental, tienen lugar relaciones entre personajes mediadas por sentimientos con los que el espectador se identifica. Las coordenadas mínimas de relato y la sucesión de estados emotivos en la interacción entre personajes, son dos elementos constitutivos del cine.


Se me viene a la mente una película de Annaud, no muda, pero que encierra esta fórmula universal del cine: Enemigo al acecho. Las coordenadas narrativas: segunda guerra mundial, soviéticos contra alemanes. Personajes: el francotirador soviético, su amigo y jefe político, la mujer a la que ambos aman y el francotirador alemán. Todas las relaciones que se establecen entre estos personajes están mediadas por sentimientos bien marcados. El francotirador soviético siente que su jefe político es, antes que nada, su amigo y mentor, y por lo tanto vive como algo incomprensible el hecho de que este lo traicione; el jefe político siente envidia por su antiguo amigo dado que la mujer que ama está enamorada de él, y por eso lo prefiere muerto; la mujer ama al francotirador y al mismo tiempo sabe que el jefe político es el único que puede salvarlos… y también hundirlos, y por eso le teme; el francotirador alemán quiere medir sus aptitudes militares con el francotirador soviético, en una relación de mutua admiración y competencia. Todas estas pasiones humanas nutren de carga emotiva el relato.


En el cine mudo el clima emocional de la situación es la sustancia narrativa en sí misma. Hay una escena de El artista que lo muestra claramente: el actor acaba de ser prácticamente echado de la productora de cine y, ya saliendo, en la escalera, se cruza con la mujer que él mismo hizo entrar a ese emporio, que empieza una carrera prometedora. El encuentro pone felices a ambos, que hablan animadamente, ríen, se celan (ella está con otros hombres) y hacen bromas. No hay prácticamente diálogos, sólo climas emocionales.


El diálogo en el cine sonoro ha aportado a la función lógica del lenguaje cinematográfico. A través del diálogo, se puede proveer información útil para la reconstrucción de una trama compleja. En los policiales de enigma puede verse este tipo de utilización. Pero también se ha hecho un uso más antropológico del diálogo en el cine: allí donde el diálogo es realista, aporta más a ilustrar la naturaleza del personaje que a dar cierta información al espectador.


El artista ve con ojos nostálgicos la desaparición del cine mudo y muestra como alguien orgulloso al personaje que intenta negarse al gran cambio que significó la llegada del sonoro. Tiene una escena maravillosa, en la que integra sonido pero curiosamente no diálogo. El protagonista oye el ruido de un vaso que apoya y se sorprende, al igual que el espectador que hasta ahora no ha escuchado un solo ruido en todo el relato. Asombrado, vuelve a golpear el vaso contra la mesa y el sonido vuelve a escucharse. Intenta hablar frente al espejo pero no le sale la voz. Se desespera. Sale a la calle, y se cruza con unas mujeres que ríen grotescamente. Sus risas también se escuchan, lo que le produce más desesperación todavía. Súbitamente, el personaje despierta en su cama, lo que sucedía instantes atrás era tan solo una pesadilla que anunciaba su declive como actor de cine mudo por la llegada del sonoro. El silencio volverá a invadir la narración.


La película integra el sonido en esta única escena pero sin eliminar la función poética del cine mudo. Se cuenta un estado emocional del personaje. La angustia y la desesperación de no ser escuchado, en un mundo que cambia y deja atrás de sí el pasado.

En realidad hay una escena más en la que hay sonido. La escena final, donde el actor vuelve a las pistas actorales, pero no con diálogos, sino zapateando en una especie de comedia musical. El ruido del zapateo expresa la felicidad de los personajes, que vuelven a trabajar juntos y de algo que les gusta. Ahora también recuerdo una escena más en la que el sonido de la escena se oye, al principio de la película, en la proyección de una película muda, con la orquesta en vivo. La música de la sala se escucha en toda su magnificencia. La película juega en esa delgada línea que separa dos momentos en la historia del cine, dos grandes estadíos técnicos, pero nunca se desentiende de la función eminentemente poética y expresiva del sonido dentro de la escena.


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