El autor vuelve al ruedo con Game of Thrones indagando en los aciertos y fracasos de la producción de HBO. El balance final parte de de esta serie en particular y deviene en una reflexión sobre el arte y la pacatería.
Hace unos meses, cuando era joven y estaba lleno de esperanzas, hice un posible prode con las posibles muertes en la serie Games of Thrones; no he vuelto a ese recinto de azar, no he cotejado mi suerte en la suerte de la mal llevada (escrita) última temporada. Así que de eso: ni mierda. Hablemos de otra cosa.
En su artículo sobre el final de GoT, Slavoj Zizek plantea que los giros y precipicios del final de la serie se deben a un miedo de los escritores al empoderamiento de las mujeres. No es que quiera corregir a Zizek, pero bueno, lo voy a corregir; Zizek se queda corto, incompleto. No sólo es un problema que estas mujeres lleguen y ejerzan el poder, el problema es que estas mujeres que serían capaces de ejercer el poder, antes ejercían el goce. Esto es duro y ya parece polémico, pero dejen que me explique.
No es la primera vez que los personajes femeninos que gozan son asesinados por hombres que escriben. Flaubert mata a Emma Bovary porque es inaceptable que una burguesa de cuarta (esposa de un médico de pueblo) goce como una aristócrata, Tolstoi condena a Anna Karenina porque esta pone los placeres de la carne por sobre el sacramento del matrimonio, Proust hace desaparecer a Albertine por su incontrolable goce con otras mujeres.
Cersei y Daenerys aunque contrarias desde lo político (una monárquica conservadora con su régimen, la otra monárquica -también es reina- pero con una impronta libertadora), ambas son obligadas al matrimonio por el beneficio político de un varón de su familia: el padre (Cersei) y el hermano mayor (Daenerys). Ambas se libran de esos matrimonios, intervienen en eso: Cersei complota para que muera Robert Baratheon; Daenerys es responsable de la muerte de Khal Drogo, ya que ella pone al cuidado de su esposo a una bruja que terminará provocando su muerte. Se puede decir que se libran del mandato del padre, aunque hay que agregar que, por las dudas, lo hacen dos veces: Cersei al frustrar su casamiento con Sir Loras y Daenerys no enamorándose de Jorah, quien es más como una figura de índole paternal, que un posible partido matrimonial.
Ambas, Daenerys y Cersei, son mejores políticos que sus esposos, ambas tienen amantes y un amor prohibido por incestuoso: Jaime y Jon Snow. Esto último es importante porque incurrir en el amor prohibido es un decisión política que opera en contra de lo que la sociedad espera y demanda de ellas. A Cersei no parece importarle que sepan que duerme con su hermano y si bien era común entre los Targaryen incurrir en el incesto, el resto de la sociedad, incluyendo a Tyrion y Varys, juzgan al incesto como algo cuestionable.
En todo caso hay algo… hay un problema, una amenaza para el hombre: el goce de la mujer… de ahí se desprende el problema que pueda gobernarse (en el goce) y que quiera gobernar a los demás. Así, teniendo en cuenta lo alegado antes, la gran pregunta sería ¿Por qué el goce sería un problema de Estado?
El tema se introduce en el último capítulo de la serie cuando en la mesa chica de poder del reino (Tyrion, Bron, Brianne y Sam) se empieza a hablar de burdeles. Si alentamos la mirada, es de notar que dos de los personajes más putañeros de la serie son los que más han escalado puestos de poder y proponen desde lo político, Bron con más énfasis siendo ahora Consejero de la moneda, un rol para las mujeres en lo sexual y en lo político. Profundicemos en otro miembro de la mesa. Brianne de Tarh, única mujer de la mesa, mujer fálica si se piensa que además de la espada, es nombrada caballero y doblemente fálica, pues también tiene la pluma para escribir la suerte póstuma de su amante. Brianne no tiene amante, tiene una castidad obligada, pues su amante la ha abandonado y se ha tomado la molestia de morir. Su rol político se da a partir que ha sido nombrada caballero (o sea hombre) y su sexualidad, por ser inexistente es controlada. Esto último es muy importante porque como veremos a continuación, el gobierno o lo que hace buen gobernante a Bran es su facultad de ver y vigilar, después de todo, él es el Cuervo de los Tres Ojos. ¿Qué otra mujer queda? Sansa Stark, una mujer traumada por su violación; su último vínculo valedero con un miembro de sexo opuesto, es su afecto por un hombre sin pene, Theon. Aparte del trauma, por el que parece que está casada con su nación, tiene un color de pelo que nos remite a Isabel I de Inglaterra, la llamada reina virgen. Su sexualidad está controlada por su trauma, incluso su hermano Bran ha visto el momento de su violación. En cuanto a su ejercicio político también parece controlarlo ya que él permitió la emancipación de Winterfell.
Por su parte, la otra hermana Stark, Arya, es incontrolable, se ha negado a ser o a cumplir el rol social que se espera de ella, esposa, porque ha rechazado la propuesta de Gendry Baratheon, y por lo tanto la serie ha hecho que se vaya a un más allá, a una periferia desconocida. Al parecer, a los personajes femeninos sólo se les permiten una emancipación, la política o la sexual, aspirar a las dos es una condena a muerte.
El reinado de Bran, es un borrón y cuenta nueva con lo anterior, borrón especialmente, ya que es un proceso de homogeneización. Todo lo que no se ajustara a lo más parecido a lo anterior se borra, típico de cualquier proceso de gatopardismo común y corriente, fíjense que hasta tenemos un Lannister en la mesa chica del poder, como en la gestión anterior. Y ya que estamos echamos a los Inmaculados, a los Dothraki y a los incestuosos, Jon Snow y Tormund Giantsbane; uno es un incestuoso real pues se ha acostado con su tía, y el otro un incestuoso figurado pues siempre cuenta que bebió leche de una giganta durante nueve meses, como si reviviera y ansiara revivir (ya que se enamoró del personaje femenino con más estatura) la época de lactancia una y otra vez.
Y a todo esto ¿Cómo goza y ejerce el poder Bran? En el mismo acto: viendo.
Bran, es un voyerista, así se dio su contacto e iniciación con el sexo (espiando a los Lannister) y es su mayor preocupación, en el final de la serie, ver dónde está el dragón y le recuerda a su hermana lo bella que estaba antes de ser violada, porque seguramente vio cuando la violaban. Así en ese ejercicio que se le permite a él por ser rey y monarca, y que se aleja del modo de gozar establecido en la mesa chica de la que hablamos al principio, y de reinar como lo hacía Cersei y como lo hubiera hecho la Khaleesi, es que Bran por ser hombre, gobierna.
En busca de un punto final
Al principio de la nota hablé, con cierta injusticia, de los escritores, no porque haya dado cuenta de las muertes que escribieron sino que no he dicho que muchos de los mejores personajes de los que tengo conocimiento, de los que más han cuestionado a sus respectivas sociedades, son obras de estos. Incluso podría agregar a la Medea de Eurípides y a Molly Bloom de Joyce. El escritor no hace el mundo en el que vive, esa tarea es más conjunta, si, da cuenta de él, de lo peor y de lo mejor de este mundo, de mundos que no existen, de mundos que existirán; hoy vivimos en un mundo de cambios, irreversibles, bellos y valiosos. Pero los cambios conllevan responsabilidades con lo que fue y con lo que será. Una sociedad nueva, mejor, conlleva nuevas lecturas de lo escrito y nuevas escrituras para leer, que no deben caer en censuras de lo ya hecho, como los minutos que David Lean debió sacar (totalmente fieles a la obra de Dickens) justamente por las susceptibilidades que hería en su Oliver Twist (1948), el reemplazo de la palabra nigger por la palabra esclavo en las nuevas ediciones de Huckeleberry Finn de Mark Twain o los problemas que tuvo Martin Scorsese para exhibir La última tentación de Cristo (1988). Tampoco aceptaría que haya censuras en las obras que se van creando. Como dije de otra manera, festejo en verdad los días de una sociedad mejor, en la cual las mujeres sean una proclama, fúsil y manifiesto de una interminable, hermosa, inmediata, presente y futura revolución.
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