As Bestas — España/Francia. Diálogo en español, francés, gallego. Dirigida por Rodrigo Sorogoyen y co-guionado por Inés Peña. Duración 2 h 17 min. Estrenada el 26 de mayo de 2022 (Cannes). Protagonizada por Denis Ménochet, Marina Fois, Luis Zahera, Diego Nest, Marie Columbus.
Antoine y Olga, interpretados por Denis Ménochet y Marina Foïs, se sienten como en casa en el pueblo rural gallego donde viven y cultivan. Algunos de sus vecinos, sin embargo, ven las cosas de manera diferente. Ven a Antoine y Olga como extraños, una pareja extranjera que no merece estar en la patria gallega. Dos hermanos, Xan y Lorenzo (Luis Zahera y Diego Anido), miran con resentimiento a Antoine y Olga, quienes osaron votar en contra de la construcción de una granja de aerogeneradores que beneficiaría económicamente a los hermanos. Están dadas así todas las condiciones para que el antagonismo crezca en este thriller rural del director español Rodrigo Sorogoyen. As Bestas es el debut de Sorogoyen en Cannes; anteriormente recibió una nominación al Oscar por su cortometraje Madre (2019) y el Premio del Jurado de San Sebastián por Que Dios nos salve (2016).
Tensión en construcción
En As bestas hay intensidad y brutalidad ya desde la escena de apertura, imágenes en cámara lenta, en la que varios hombres (los aloitadores) atacan a un caballo salvaje en la fiesta Rapa das Bestas de Galicia. La fisicalidad de esa escena, el machismo y la afirmación del dominio a través de la violencia también forman la naturaleza del conflicto que es el catalizador de la película. Sin embargo, este eco de violencia se esconde justo debajo de la superficie. Cada vez que Antoine va a tomar algo al bar del barrio, entre él y los dos hermanos, Xan y Lorenzo, hay un aura constante de agresividad, como un torrente a punto de desbordar. Xan antagoniza a Antoine en cada oportunidad, y de forma lenta y abrazadora escala el conflicto hasta un punto sin retorno.
En medio del hermoso y exuberante paisaje de Galicia, Sorogoyen inyecta una partitura palpitante e inquietante que refleja la creciente hostilidad entre los vecinos. Las tierras son parte de la doble cara de la moneda. Por un lado, el trabajo con los cultivos puede traducirse en la alegría y el disfrute de los frutos de la tierra. Por el otro, el aislamiento de las zonas de montaña, también, es una amenaza constante.
Lo que comienza con amenazas verbales e indirectas en el bar donde los aldeanos juegan al dominó día tras día se traduce rápidamente en actos físicos. Una mezcla de provocación, burla e intimidación que adquiere formas cada vez más amenazantes. Sorogoyen y la coguionista Isabel Peña juegan con las convenciones del western y especialmente con la imagen de masculinidad y virilidad que lo acompaña, los clásicos componentes de la violencia patriarcal.
El film presenta poderosas interpretaciones de actores y actrices principales, y Sorogoyen sostiene que estas interpretaciones cobran vida a través del uso repetido de planos largos. Hay múltiples escenas que duran más de 10 minutos sin cortes. El espectador no sentirá que son exageradas, todo lo contrario: el latido de los momentos deja que el impulso se desarrolle de forma natural. Todo para que se destaquen las actuaciones y la tensión de los diálogos que amenaza con explosionar en cada instante.
Varias capas
La Galicia rural sirve de telón de fondo, y nos muestra una de las dos Españas que, nos advierte Machado, «ha de helarte el corazón». El film, definitivamente español, toca dilemas universales. La tensión subyacente entre lo externo y lo local, lo educado y lo no educado, lo urbano y lo rural, es el núcleo de todos los grandes thrillers rurales, que se remontan a las películas de Boorman y Peckinpah. Sin embargo, Sorogoyen va más allá, superponiendo la tensión y enraizándola en problemas coetáneos.
Pueblo chico, infierno grande, dice el refrán que se aferra a la fricción entre lo urbano y lo rural. ¿En qué espacios son visibles las ideologías nacionalistas, la xenofobia y el chauvinismo? ¿Sólo las ciudades son los espacios en los que experimentamos la lucha de clases? ¿Cómo se expresa la dialéctica del amo y del esclavo en el mundo rural?
Para Xan y Lorenzo, que trabajan la tierra y que son pastores desde hace décadas, la oferta de la corporación de energía eléctrica representa una salida a una vida de miseria y penurias. Para Antoine y Olga, los extranjeros que han estado «jugando a la agricultura durante dos años», como dice Xan, la tierra virgen vale mucho más que el dinero.
La cuestión de la tierra, el control sobre ella, la cuestión de la gentrificación, específicamente la venta de tierras tradicionales para proyectos ambientales, se siente profundamente relevante. En las comunidades rurales de España, así como en los Países Bajos y, por supuesto, para nosotros los latinoamericanos que hemos experimentado más de quinientos años de opresión de las potencias occidentales del pasado y del presente, los métodos agrícolas tradicionales se enfrentan al desarrollo económico, las nuevas políticas ambientales, y el peligro de las nuevas tecnologías.
Sin embargo, en As Bestas estos elementos se desvanecen a un segundo plano a favor del verdadero propósito de la película: ofrecer una película ardiente, tensa y devoradora. Con actuaciones poderosas, diálogos densos que podrían cortarse con un cuchillo —o con un disparo— y un cambio narrativo sorprendente en el tercer acto.
Hay múltiples narrativas sobre el origen de la violencia; el espectador deberá descubrir cuál lo intercepta, sin caer en simplificaciones sobre la imagen del salvajismo y la brutalidad. Cada escena juega con la oposición entre idealismo y realismo y agrega varios tonos sobre el significado del territorio que habitamos, aquel en el que nacimos o en el que decidimos vivir y morir. Es difícil mantener la distancia temporal y espacial, pensar que la violencia siempre está en el pasado o en otro lugar.
As bestas nos recuerda que la violencia nos ronda y que puede convertirse en un territorio real e ineludible. Miramos la violencia como si fuera un territorio fuera de lo habitado y de lo normado, al margen del orden impuesto por las reglas conocidas. Si, además, está alejado y es imponentemente accidentado, se multiplican los malos atributos tanto del terreno como de sus habitantes. Los romanos comenzaron a hablar de los bárbaros no únicamente porque los bosques donde habitaban algunos estuvieran alejados y llenos de monstruos sino, principalmente, porque estaban fuera del territorio regido por sus normas y su derecho. Necesitamos volver a pensar cómo haremos para vivir juntos porque no podemos confiar en la utopía de las normas.
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