La revista La cueva de Chauvet, participó del último Festival REC 2020 con la coordinación del taller “Entre la pantalla y el anotador.. Workshop sobre escritura en clave cinematográfica.”. La siguiente nota, es parte de los materiales producidos por sus participantes en relación al cortometraje de Alex Reis Paloma.
Al menos estamos juntxs.
El cortometraje brasilero Paloma (2020) escrito y dirigido por Alex Reis, ganador de la competencia latinoamericana del 11º Festival REC -en su flamante versión enteramente virtual-, parece invitarnos a pensar sobre los roles, las clases y las luchas sociales a través de una fresca y colorida animación que, contrastando de forma interesante los puntos de vista, narra la historia de una pequeña paloma que adquiere la capacidad de hablar y reflexionar sobre las injusticias que rodean a su especie, después de comer un chip arrojado al suelo por una persona.
Desde las primeras imágenes, el audiovisual realizado a lo largo de tres años en el marco del curso de animación de la Facultad Armando Alvares Penteado de San Pablo, comienza a presentarnos de forma progresiva a los dos grandes grupos, o actores sociales, que van a ponerse en disputa a lo largo del relato, preponderando con recursos estéticos un punto de vista por encima del otro. Las primeras en aparecer, posadas a lo alto de una imponente fachada de iglesia, con dibujos y texturas detallados, y una animación fluida y natural, son las palomas. Observamos algunas de ellas comiendo migas del suelo, donde destacan por su variedad de tamaño, colores y movimientos. En el extremo opuesto, planteada y enfatizada esta oposición por un contraplano, va apareciendo una multitud de personas con dibujos poco detallados (garabatos y colores sólidos), en su mayoría sin estar propiamente animadas, sino más bien apareciendo de forma abrupta en pantalla, pero dándonos la sensación de fluidez a través de un sonido generalizado de charlas, risas y ruidos típicos de ciudad.
En esta lucha que se sugiere, las palomas parecen, irónicamente, dotadas de más vida, personalidad e importancia que las personas.
Con este escenario planteado, una de las palomas de la multitud comienza a destacar al separarse de su grupo, atraída por el sonido de un pequeño objeto plástico que cayó al suelo desde esa gran cantidad de personas que caminan apresuradas, que comen de forma desaforada, sin percatarse de las aves, que comen a sus pies las migajas y las sobras de sus alimentos. Se produce una alternancia del punto de vista, a partir de esos fugaces cambios en el montaje: por un lado nos encontramos con las palomas, sin comida ni espacio para desplazarse, que se hallan dispersas en el suelo, desprotegidas ante la marcha de numerosas y pesadas piernas; por el otro aparecen las personas, que ignoran el entorno, concentradas únicamente en aquello que están consumiendo (un sandwich, helado o gaseosa).
La imagen que se nos devuelve es la de nosotros mismos como seres grotescos, desinteresados por cuantos nos rodean, desconociendo casi por completo la existencia del otro, su necesidad de alimentarse y de contar con un espacio propio, calmo y alejado del peligro.
Con el simple recurso de variar el punto de vista, el cortometraje parece invitarnos a reflexionar sobre las desigualdades que existen a la hora de acceder a derechos tan básicos como la alimentación y un espacio donde vivir, además de seguir construyendo una fuerte empatía hacia las aves, claras protagonistas del film. Por otro lado, desde este momento el carácter metafórico de lo narrado y su tema principal comienza a aparecer, al menos desde nuestra perspectiva, al considerar esta problemática tan vigente en nuestra sociedad, aspecto que más adelante va a terminar confirmándose visual y narrativamente, al hacer un paralelo entre las injusticias vividas por las palomas y determinado sector de la sociedad.
La capacidad de hablar y reflexionar, características exclusivamente asociadas en la realidad a los seres humanos, se ven abordadas desde un punto de vista totalmente distinto y atípico. A pesar de que desde un inicio el film deja en claro que los humanos pueden hacer uso del habla, al escuchar murmullos y risas, los únicos pensamientos y comentarios claros y verdaderamente reflexivos, cargados de ideas interesantes y sugerentes, y que nos obligan a analizar en todo momento, vienen de parte de nuestra protagonista paloma.
Esta elección de no escuchar un diálogo reflexivo por parte de las personas sigue reforzando desde dónde se nos narra la historia, y dónde está lo verdaderamente importante de la tensión que se planteó en un inicio. Con esta elección, el director parece decirnos que son las palomas las que están en una situación de vulnerabilidad e injusticia, sin poder acceder a su propia alimentación y espacio seguro; y, por lo tanto, son ellas las que deben ser escuchadas y tener voz. Es interesante también remarcar que la toma de conciencia y la adquisición de la capacidad de hablar por parte de la paloma no es utilizada por ella de forma banal o para cuestiones sin importancia; por el contrario, el darse cuenta de las injusticias que rodean a ella y a toda su especie, hace uso de estas habilidades para intentar encontrar soluciones, organizarse, luchar y liberarse de su realidad.
En el mismo interior de ese grupo aparentemente homogéneo que eran las personas, se pueden ver similares tensiones, luchas e injusticias como las que vive nuestra protagonista y su especie.
Si el carácter alusivo de la historias de las palomas no quedaba claro en este punto, en su andar por la ciudad, entre pensamientos y frustraciones, nuestra protagonista se cruza con una persona en situación de calle, representante de un sector social históricamente segregado y con un nulo o difícil acceso a derechos tan básicos como la alimentación y la vivienda.. Este diálogo entre ambas realidades, que se viene construyendo a través de indicios desde el comienzo de la obra, parecería terminar de confirmarse en esta secuencia.
Una de las últimas ideas sobre la que el cortometraje parece invitarnos a pensar, es la importancia del acompañamiento a la hora de llevar a cabo cualquier toma de conciencia, proceso de lucha e intento por liberarse de las injusticias que aquejan a un determinado sector. La importancia del apoyo, de la amistad, de una persona que nos escuche, que nos invite a reflexionar y a preguntarnos cosas en voz alta a pesar de que no tengan respuestas inmediatas, se pone así de manifiesto: “¿Qué estamos haciendo aquí?” “¿Será que importamos?” “¿Realmente existimos por alguna razón?” “¿Qué sentido tiene todo esto?”. Esta conclusión, cargada de preguntas sin respuestas, que parecería desembocar en una sensación de derrota ante la imposibilidad urgente de cambiar todas las injusticias que rodean a nuestra protagonista y a su especie, centra su interés en la amistad y la compañía. Así, el ave protagonista encuentra, en medio de esa lucha, un compañero con el cual pasar el rato, reír y hacerse compañía. Sin abandonar su proceso crítico y reflexivo, su capacidad de hablar, ni sus ideas,
Paloma expresa: “Sólo sé que nada sé. Pero, al menos estamos juntxs” .
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