Sobre Realismo capitalista, libro publicado en 2009 por un ensayista inglés y recientemente puesto en circulación en lengua castellana por una editorial argentina.
Las librerías pueden ser un gran refugio en tiempos de hiper-dependencia a las redes sociales. Recorriendo anaqueles de la casa comercial de libros más grande de la ciudad, di con una serie de textos escritos por Mark Fisher, singular teórico de nuestra época, traducidos al castellano y publicados por la editorial Caja negra. Se trata de un intelectual forjado en la época del auge de los blogs, poco amigo de la academia, y obsesionado con introducir en sus análisis de la sociedad actual elementos de la cultura popular inglesa y mundial, que van desde la música punk y el cómic, hasta el cine comercial norteamericano.
Nacido a fines de los sesenta y eligiendo su propia muerte en 2017, Fisher es un exponente de la generación de intelectuales alternativos que utilizaron los blogs como plataforma de comunicación de sus ideas. Con algunos blogs en mi haber, de distintas épocas y para diferentes fines, me siento parte de esa generación.
Fisher era un gran estudioso de las ideas de Slavoj Zizek. Y el filósofo esloveno comenta uno de sus libros, Realismo capitalista, el mismo que finalmente compré luego de varias horas sentado en la silla de la librería devorando páginas de distintas obras tratando de decidir qué llevar.
En pocas páginas y un lenguaje simple, que hace que la lectura sea rápida y entretenida, con profundidad conceptual y un poder de alcance al mundo intelectual más que prometedor, el libro habla del estado actual de naturalización hiperbólica del sistema capitalista. Se utiliza el cine y el psicoanálisis, al mejor estilo zizekiano, para pensar la época y sus principales patologías colectivas. Porque Fisher sostiene que las patologías que se ven en las nuevas generaciones de estudiantes (era docente en terciarios de formación laboral) son el producto de un capitalismo tardío cuyos influjos determinan todas y cada una de las subjetividades individuales. Es decir que esas patologías no son del ámbito privado, afectando sólo a los llamados “enfermos” de la sociedad, un grupo reducido y separado de la mayoría “sana”, sino que se trata más bien de patologías sociales, que atraviesan al conjunto de los individuos cuya existencia tiene lugar bajo las actuales condiciones de vida.
Fisher habla de “hedonía depresiva”, un término de relevancia clínica. Habiendo establecido una relación adictiva con los circuitos de entretenimiento y consumo que ofrece el actual sistema económico y cultural, los jóvenes no se concentran en las explicaciones de un docente, que consideran aburridas. El uso de auriculares para escuchar la música del momento o abrir un paquete de snacks son esas prácticas que, buscando llenar un vacío existencial, tienen lugar en el contexto de clase e interrumpen el proceso de enseñanza-aprendizaje, convirtiendo a los estudiantes en sujetos con déficit de atención e hiperactividad. Fisher no lo dice, al menos en este libro, pero la dependencia a los celulares es el rasgo más brutal de este nuevo tipo de depresión, vinculada a la búsqueda incesante de placer material, en los circuitos de consumo y entretenimiento que establece el capitalismo hiper-tecnológico. Un placer que nunca se colma y obstaculiza, en los ámbitos de enseñanza, otro tipo de experiencias espirituales tendientes a desarrollar capacidades intelectuales y creativas.
Dicho en términos algo benjaminianos, esa adicción empobrece la experiencia de los alumnos en las aulas. Vale la aclaración de que Fisher también explica cuadros de depresión en el mundo laboral: la precarización del trabajo como base causal de una epidemia de estrés esparcida sobre el conjunto de la clase trabajadora.
Como decía, el cine forma parte constitutiva del método de Fisher. El cine pero también la música popular. Habla de muchas películas a lo largo del libro, de hecho comienza la reflexión a partir del análisis de Niños del hombre, película dirigida por Alfonso Cuarón pero basada en la novela de P.D. James. Tanto la ficción literaria como la cinematográfica están situadas en una Londres post-apocalíptica, que de alguna manera sirve de inspiración a Fisher para pensar su realidad más cercana como ejemplo de una crisis cultural global. Afirma que ese capitalismo hiper-naturalizado se ve con claridad en la película del mexicano, en elementos tales como la caída de la expectativa por la novedad. El hecho de que no nazcan nuevos niños en el mundo (el relato habla de una crisis de fertilidad) refiere a esa condición propia del hiper-capitalismo donde los sujetos viven un presente continuo, sin horizonte futuro. En el capitalismo exacerbado, nada de lo que se produzca, intelectual o artísticamente, representará una novedad porque será subsumido en la lógica de la repetición mercantilista. Será tragado por la lógica de consumo, que lo presentará como una opción más dentro de su ilimitada oferta de objetos fugaces.
El analista inglés detiene la mirada en una escena interesante en la que un grupo de sobrevivientes se refugia en lo que era un edificio público y museo de arte. Las obras que allí siguen estando, algo derruidas, representan la muerte de la función del arte en un capitalismo llevado al extremo de sus posibilidades. Los personajes hablan de que ya no tienen sentido las grandes obras artísticas, si no habrá futuras generaciones para recibir esa herencia y admirarla. Esto se conecta con otra característica del actual capitalismo que es la muerte del espacio público. El museo convertido en refugio de sobrevivientes, pero también las calles inundadas de basura y arrasadas por la violencia bélica. El completo abandono caracteriza el espacio público en tiempos de realismo capitalista.
Se habla de otras películas, como Wall-E o Fuego contra fuego, para dar sólo dos ejemplos. También de directores como Carpenter y Cronemberg. En cada caso, para hablar de distintas cuestiones vinculadas al realismo capitalista. Me quedo con cierta caracterización del arte actual que hace el pensador inglés, según la cual el morbo y la explicitación total de la crudeza del sistema capitalista son signos de las nuevas manifestaciones estéticas, expresando un tipo de alienación que naturaliza la injusticia social reinante. En el ámbito de la música, da el ejemplo del Hip-hop, que muestra descarnadamente la violencia del mundo, no en clave de crítica sino de mera descripción realista. En el universo del cine, para dar ejemplo de esa misma tendencia, habla de las películas de mafias italianas, como El padrino. Es interesante el análisis que agrega de Fuego contra fuego, como una película de mafias pero ubicada en el capitalismo post-industrial. No se trata de rancios inmigrantes italianos, sino de policías y criminales que nacen de las entrañas del Estados Unidos moderno, sin pasado ni historia, meros reproductores de códigos de violencia en la selva tecnológica del hiper-capitalismo.
Zizek festeja el libro de Fisher porque, afirma, se enmarca en un pensamiento de izquierda anclado en la teoría marxista. Agregaría que Realismo capitalista piensa las patologías sociales producidas por el capitalismo tardío ofreciendo claves, hasta terapéuticas, para contrarrestar su potencia arrolladora. Creo que sus aportes en materia de análisis psicológico de la sociedad, independientemente de la ideología desde la cual observa los hechos que describe, son el principal motivo de festejo. Pensar lo patológico del capitalismo actual es un tema muy en boga que, como hablaba con un amigo recientemente, se ve en una película como Joker. En lo personal, celebro cuando el cine se convierte en insumo para pensar y proponer ideas, que trasciendan lo meramente cinematográfico y aporten a la comprensión filosófica del mundo actual.
Ofrezco los anteriores párrafos como homenaje a un pensador contemporáneo, en el pleno sentido de esa expresión, y profundamente inglés para los amantes de una cultura prolífica en mentes racionales pero algo retorcidas, como signo de humanidad auténtica y rostro amigable.
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