Por Mariano Colalongo
Al 14 de Agosto de 2022 lo recordaremos como un día soleado, de luz brillante y temperatura primaveral, en el que los amigos de CampoCompo nos permitieron vivir una experiencia artística singular, novedosa y amorosa. Singular porque el tipo de mezcla que proponen no parece tener historia; novedosa, porque nadie sabe bien, en cada instante, qué sucederá al siguiente; y amorosa, porque tras el almuerzo conocimos, sencillamente, nuevos amigos. Unos mates, grabado, arte escénico, música, guiso de lentejas y un producto audiovisual inclasificable fueron los juegos que nos permitieron revivir un domingo la experiencia de la curiosidad, potenciando la capacidad de ver las cosas de otro modo.
CampoCompo es un grupo de artistas que realiza performance en un campo que se ubica en la zona Oeste de la ciudad de La Plata. No es difícil llegar, el Oeste 10 nos dejó cerca. Para quienes vivimos en la cuadrícula urbana, un mínimo de ruralidad representa un intervalo necesario, una distensión entre tiempos segmentados. Así que mientras los sentidos se acomodan al paisaje rural bañado por el sol amarillo, vestido con silos cerealeros y aves de mil colores, caminamos hasta llegar a un viejo casco de Estancia. En la tranquera nos recibe Juan Pablo Petorutti, artista polifacético del ámbito de la música, que acude a recibirnos como buen anfitrión, escoltado por el canto de tordos y jilgueros. Tomamos mate mientras Juan Pablo nos explica la “performance” que haríamos esa mañana. La incertidumbre comenzó a disiparse con sus palabras, aunque la curiosidad seguía intacta. Esa curiosidad que habíamos intentado mitigar (viendo ediciones anteriores de CampoCompo en un canal de YouTube) nos acompañó, en realidad, toda la jornada. Ser parte de una obra de performace produce cierto cosquilleo.
La ausencia de guiones, el tipo de interacción que podría establecerse con los participantes del evento, provocan la extraña sensación de estar dentro de una representación que “va siendo”, y ese límite temporal produce un desnivel fantástico de la experiencia, como si fuera posible sustraerle un espacio que para inscribirlo en el ámbito ficcional. El campo se transforma en la calma escenografía en la que transcurrirá una acción artística colectiva en la que diversas artes abandonan sus casillas para difuminarse en el todo de la puesta en escena. La naturaleza sale a relucir apoderándose del pathos del espíritu. Las aves nacen a los oídos con timbres por momentos espeluznantes. Los plumerillos se agitan con una ligera corriente de aire, al diente de león lo achicharra la luz fulminante del sol. Nuestros cuerpos, cautivos, son espectadores y actores al mismo tiempo. El ritual marcha sobre ruedas. Es como una fiesta en la que, como decía Jean Jacques Rousseau, los espectadores se convierten en participantes. “Participan del evento, luego no tienen la distancia necesaria que se adopta frente a una representación.” (Pavis, 2016: 224)
Mientras en otras ediciones de CampoCompo hubo danza, teatro, letras y música, en esta que nos tocó participar con La Cueva de Chauvet la propuesta era grabado, escenografía y, nuevamente, música. El orden de la performance –quizá el único guión disponible- se nos antoja, entonces, como un tránsito de la representación a lo irrepresentable: de artes más ligadas a la representación (grabado, escenografía) al arte más universal que puede prescindir de ella (música). El recorrido de abstracción metafísica que supone esta quinta edición nos resulta tentador. Comenzando con los grabados, que de algún modo están vinculados al nombre de nuestra revista para culminar en el limbo de la creación musical.
GRABADO COLECTIVO DE OBJETOS NATURALES
Comenzamos con el arte más cargado de representación: el grabado. ¿Qué es el grabado sino la impresión de algo que es posible reproducir al infinito? Hay en este momento inicial de CampoCompo 5 una suerte de paradoja. La performance es, por definición, “irreproducible”; pero comenzamos el recorrido con un arte ligada, como pocas, a la representación y reproducción. La pregunta es ¿qué es lo irreproducible que puede expresar un arte ligado a la reproducción? La primera en conmovernos fue Laura Pirés, artista de Grabado y Arte Impreso, que trasladó su prensa hasta el campo. ¿Qué de este arte reproductivo puede mostrarnos de lo irreproducible? ¿Cómo hacer performance del grabado? Realizamos un grabado colectivo con los objetos que encontramos en una breve caminata hasta el lugar en que estaba la prensa. Todos juntamos cosas del piso, en su mayoría ramas y restos de plantas, aunque confieso que en algún momento, por desconocimiento del arte del grabado, pensé en aportar, por ejemplo, objetos industrializados como un rulemán. Laura recibía estos objetos con paciencia de grabadista, les pasaba tinta negra para que dejaran huellas en la matriz para luego reproducirlas en el papel blanco. El resultado inmediato mostraba una colección algo primitiva de ese recorrido iniciático: los tallos de ramas de determinada especie se vinculaban con flores de tal otra, lo que había aportado alguien se conectaba con lo que había aportado otro (no llevar el rulemán fue una decisión prudente), figurándose una especie de puente entre todas esas reproducciones de cosas que eran la firma de nuestra participación aquella mañana.
Una vez culminada la obra nos distendimos a charlar sobre cuestiones técnicas, texturas, cosas que se pueden volver a hacer con una prensa, alcances del instrumento y cuestiones referidas, obviamente a la “reproducción”, mientras nos filmaba el equipo de CampoCompo, en la era de la “reproductibilidad técnica”, como si fuera un aperitivo para artistas sedientos.
Este Grabado Colectivo de Campocompo 5 puede vérselo en las paredes de la casona, allí, en la zona Oeste de La Plata, pero sólo como registro de aquel momento irreproducible. La primera instancia de la jornada de performance encerraba una paradoja acerca la reproducibilidad de las imágenes artísticas y su carácter aleatorio, único, colectivo e irreproducible.
La performance es, por definición, “irreproducible”; pero comenzamos el recorrido con un arte ligada, como pocas, a la representación y reproducción. La pregunta es ¿qué es lo irreproducible que puede expresar un arte ligado a la reproducción?
SUSTRACCIONES ESCENOGRÁFICAS
El sol no aflojaba. El aire se tensaba por ráfagas repentinas de un viento leve pero que producía reacciones en los materiales plásticos. Todo seguía amarillo por el sol, aunque esta vez estábamos lejos de las sombras del cañaveral y los árboles añejos que rodean la Casona, cerca de la prensa que trajo Laura Pirés. Estábamos en la segunda secuencia de la performance, pensada por Ana Latini; íbamos a avanzar, si se puede decir así, hacia la inmaterialidad de una nueva experiencia, ligada al ámbito de la puesta en escena y, más concretamente, a la escenografía. La orden de los CampoCompo en este caso fue simplemente ver y percibir. En cuanto a los sentidos, en la experiencia anterior también estuvo implicado el tacto y todo lo que tiene que ver con la textura de las cosas; en este caso, el olfato y la audición estaban implicadas, pero sobre todo la vista, y eso que no es del ámbito de los sentidos, llamado entendimiento.
Anita Latini y Juani Rashplash habían preparado dos situaciones. Una que sólo reclamaba nuestros ojos y otra que nos sentáramos en una silla con mayor detenimiento. Nos paramos entre los surcos de cierto cultivo (creo que eran plantas de romero), de espaldas al sol (aunque en ese horario estaba encima de nuestras cabezas). Al comenzar, Anita y Juani se encontraban cerca el uno del otro; muy cerca, tan cerca como podrían estar dos cuerpos en la limpia lontananza del campo. Luego se separaban lentamente, otorgándole un cierto tiempo a la separación (volviendo la acción más dramática), mientras desenrollaban un elemento mágico con sus manos. Al comienzo parecía un papiro, algo donde hubiera escrito algo que justificara el distanciamiento, pero al desplegarse y separarse sus cuerpos el elemento mágico comenzaba a emitir los reflejos del sol, que nuevamente tomaba protagonismo. El elemento cobraba importancia y los cuerpos de Juani y Anita pasaban a un segundo plano, más declaradamente fuera de la representación. El reflejo del sol comenzaba a danzar sobre el polímero plateado/dorado, que con las presiones y las torsiones de las manos y la fuerza siempre presente del viento se ondulaba como una cinta de Moebius.
Luego fuimos hacia donde la escenografía buscaba robarle un momento al lugar en el que no estaríamos. Constaba de un tela pintada que representaba el atardecer, que sería el momento futuro próximo en que no estaríamos allí (a las 15 nos fuimos). El atardecer futuro pintado sobre la tela se fundía con el horizonte presente del mediodía. El verde pintado del suelo se confundía con el verde del pasto, que dejaba asomar sus flecos amarillentos sobre la tela. El espectador se sentaba en una silla y podía apreciar un momento futuro en el que ya no estaría allí. “Podría sustraerle algo a la naturaleza”, como dijo Anita. Su mirada seguramente arrancaría desde el suelo, desde la tierra que, silenciosa, le da una especie de cobijo, de gozne, punto fijo o de inflexión, a la disección temporal de la performance.
En el recorrido hacia la inmaterialidad que nos planteaba la quinta edición de CampoCompo, la participación del entorno natural (incluso la naturalidad de nuestros caracteres), ya sea a través del grabado o el arte escénico, se volvían un color indispensable.
ESCONDIDA MUSICAL
Entre las geniales apreciaciones de Schopenhauer sobre la música, está la idea metafísica de ser el arte que carece de representación. La música existe, si uno se detiene, entre los sonidos dispersos de los pájaros tanto como en el ruido urbano de los motores. La música existe antes de la representación y eso significa, en términos de performance, que es pura presentación. Pero en CampoCompo están presentes los silbidos del viento, los tordos, los chingolos, los jilgueros y las chicharras que emiten su frecuencia punk. Hasta los plumerillos agitados por el viento emiten un sonido inquietante.
Tres indicaciones bastan cuando el regocijo existe. Alcanza con cerrar los ojos y, “catárquica” y patéticamente, dejarse llevar. Ahora había que encontrar a los músicos que se escondían entre el follaje de las plantas del campo, cubiertos por halo de misterio que expresan las aves mientras el viento deja pistas tan bellas como erróneas. Una flauta (Annika Willemsen), un saxo (Federico Jaureguiberry) y un clarinete (Juan Pablo Petorutti) perdidos en la vegetación campestre, emitiendo sonidos aleatoriamente manipulados por las brisas de viento y el canto de los pájaros.
Este es el momento sublime de la performance de CampoCompo 5. El registro audiovisual y la experiencia audioperceptiva fueron increíbles.
ALMUERZO CONCEPTUAL
Luego de las tres secuencias se percibía buen ánimo en el grupo. Por lo tanto, habría cumplido con su fin “catárquico” la performance de CampoCompo 5. Nos esperaba, no sin hambre, acomodar la vajilla, el pan, el agua, el vino, para prepararnos para la coda: el ritual culinario. Una vez acomodados abrimos algunas botellas de vino que liberaron aún más el espíritu sumergido colectivamente en la catarsis. Creo que fue Julián Oroz, con su particular sentido del humor, quien, al verme mirar el cuenco vacío me dijo: “el almuerzo también es conceptual”. Si bien la broma tenía que ver con mi cara de hambre y el cuenco vacío, también pude comprobar que la afirmación trascendía los límites de la broma para insertarse en el plano de lo serio. Las conversaciones que tuvimos antes, durante y después del almuerzo, fueron “elevándose” hacia lo conceptual. La catarsis contemplativa, referida a la conceptualización de lo vivido momentos antes, le daba a ese momento un aire decididamente aristotélico. Había purificación, prudencia y sabiduría presentes, junto a los cuencos que se llenaban, se vaciaban y se volvían a llenar de un exquisito guiso de lentejas, con productos que provenían de la tierra, que facilitó sin agroquímicos, de buen agrado, Volver a la Tierra.
Como lo mejor de estas conversaciones ya sucedió y es, como el resto de la performance, irreproducible, no diré muchos más sobre eso. Queda por contar que hicimos una entrevista (por Marianela Constantino) y un video (por Juan Velis) en donde esos momentos salen a relucir. Mañanas campestres. Perfumadas de azar.
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