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Melina Mendoza

Queen & Slim: revisión de un clásico


La autora analiza una ópera prima a punto de estrenarse que reversiona el clásico Bonnie and Clyde, con un par protagónico de personajes afrodescendientes. Propone pensar estas obras en diálogo con el pasado para entender mejor las problemáticas del presente.





Los acontecimientos inesperados amenazan siempre cambiarlo todo, pero una metamorfosis se produce en la actitud frente a lo que sucede. El cine muestra procedimientos y potencias de la transformación, cuenta vidas intensas, obliga a volver a mirar el presente y al mismo cine.


Una chica (Queen) y un chico (Slim) tienen su primera cita en una cafetería con mueblería de los ’50, espacio recurrente, en la ficción, de reuniones de mafiosos y pactos de fidelidad entre fugitivos de la ley.


¿Por qué ese lugar? Él dice que los dueños son negros y ella no necesita más explicaciones.

Otras complicidades. Lo poco que comparten en una cena en la que apenas se miran, no hay siquiera un roce corporal, la conversación no es fluida. Un comienzo sin tintes románticos, más cercano a una situación habitual y menos frecuentemente representada, como lo es un encuentro fallido. En el trayecto de vuelta, en el auto de Slim, les detienen por una mala maniobra y allí se desencadena el conflicto. El policía se excede, se violenta, les apunta con su arma, por lo que, en defensa propia, Slim lo asesina. La desesperación crece: incluso más allá de la ley, saben las consecuencias de matar, matar a un policía, matar a un policía siendo afrodescendiente. Huir se vuelve la única opción.


Queen & Slim (2019), ópera prima de Melina Matsoukas, es una revisión del clásico Bonnie and Clyde (1967) desde otra experiencia. En el tráiler de la película de Arthur Penn, se presentan los personajes con sus descripciones escritas en unas fuentes pop-psicodélicas: “son jóvenes, están enamorades, matan gente”. Y así, antihéroes son íconos de una época. En el caso de Matsoukas, coincide el elemento de la juventud, pero, al principio, no hay amor ni disparan a varias víctimas sin miedo. Queen y Slim no son bandidos, no comenten ni desean cometer crímenes, no interfieren en la vida de nadie. No escapan de la ley: la ley, en sus contradicciones, les arroja fuera. Los personajes reconocen y resisten a un destino prefijado por la opresión a través de la fuga, los vínculos, la estrategia, la sensibilidad. No tener más nada que perder no les lleva a la destrucción, sino a convertirse en otres, a configurar una nueva mirada.


En este presente, abundan remakes, reboots, revivals. Sin embargo, no son exclusivos de esta época. La escritora Pilar Pedraza piensa en un artículo la práctica del remake y sus posibles funciones: “Una de sus variantes consiste en llenar los huecos del relato clásico y las elipsis de la autocensura. Poner ante los ojos del espectador lo que este ha imaginado. Hacer realidad la película virtual” (2004, 38). La autora habla de Cronenberg en su versión de The Fly (1986) como una resignificación de elementos del horror, como la sangre. En ese sentido, una revisión se vuelve hasta necesaria en tanto re-vinculación de una idea original con un tiempo distinto. Por otro lado, plantea cómo la versión de Cat people (1982) de Schrader refuerza modelos de género, lo que la vuelve, no una renovación en relación a un pensamiento actual, sino un retroceso. Este punto de vista que ofrece da herramientas para mirar de manera crítica este tipo de producciones.


En varias ocasiones, las referencias a películas de generaciones anteriores apuestan por despertar una nostalgia por un determinado tiempo que conlleva idealización. Esto no es lo que sucede con el film de Matsoukas. Hay homenaje, hay cariño hacia una obra y unos personajes que enseñan de desobediencia hasta el último minuto, sin embargo no se adopta una posición estática.


De la misma manera en que la pintora Harmonía Rosales hace una venus negra en diálogo con la obra de Botticelli, la acción es la de tomar un clásico fundante de la cultura y reclamarle la presencia del cuerpo de la propia comunidad.

Quienes hicieron Queen & Slim se preguntaron qué pasaría si esa historia, ese mito, fuese protagonizado por personas afrodescendientes y en este siglo. En concordancia con lo expuesto por Pilar Pedraza, el interrogante da cuenta de los imaginarios que abre la original, pero también de aquello que deja pendiente y que puede llevarse a cabo a partir de una apuesta por la reinvención.


Hay una escena en Bonnie and Clyde en la que él le apunta a un campesino por miedo a ser delatado ante las autoridades, pero la cámara nos muestra la carreta de la potencial víctima y se hace un acercamiento hacia la cara de un niño. La condición de padre de familia no les lleva a la lástima, sino a darse cuenta de que es otro como elles. Le da el arma al campesino y éste le dispara a un cartel con el nombre de un banco. En Queen & Slim, esto se repite a partir de distintas imágenes. Se vuelven les más buscades; sus fotos se hacen virales, sus rostros reconocibles.


Un bar en el que paran tiene un clima de refugio que se transmite visualmente a partir de una iluminación más baja, de colores menos saturados, de una cómoda distribución del espacio, del enfoque sobre las miradas de los demás. Se van mostrando ciertas alianzas, pero también se problematiza que no están esencialmente aseguradas. Una pareja blanca les presta una habitación como escondite y cuando quieren continuar huyendo, se encuentran con un policía negro quien, teniendo la posibilidad de delatarles, les deja irse. Se crea una atmósfera de tensión que explota con elles enfrentades al policía, en un silencio, en una real incertidumbre porque nada asegura la piedad. Esto tiene continuidad en una escena de protesta, en la que un niño le dispara a un policía que también es negro, que no lo había dañado ni tenía intención de hacerlo. Se instalan estas situaciones como debates éticos específicos de la comunidad, pero que no se clausuran. Lejos de ser un momento de comprensión a la institución, pone en conflicto sus contradicciones.


Hay una reminiscencia al pensamiento de Audre Lorde acerca de cómo la ira puede ser motora para luchar contra la opresión pero que puede hacer que se confunda quién es el enemigo y se termine lastimando a alguien que comparte el mismo sufrimiento. Esta pregunta por el protagonismo de un cuerpo no hegemónico en una película clásica e icónica no busca cerrar las posibilidades imaginando algo ideal o proponiendo una certeza, sino todo lo opuesto. Se genera una óptica nueva desde la cual contar que otros cuerpos son también otras personalidades, otros intereses, otras familias, otras imágenes, otros colores, otros espacios, otra música.


Ha sido objeto de crítica que, durante el escape, les protagonistas bailen, tengan sexo, monten un caballo, ya que afecta al verosímil y a la tensión de la persecución. Incluso en este detalle que incomoda es posible ver una conexión con la película de Arthur Penn, donde también siempre hay lugar para el glamour, la fantasía y la pasión. Un elemento que humanizó y espectacularizó a esos personajes que la gente juzgaba negativamente. Y desde allí se coloca este reciente film. Denuncia la violencia del estado sobre determinados cuerpos desde la primera escena y cómo, en la fuga, hay quienes tienen el privilegio de pasar desapercibides y quienes son señalades por su etnia como criminales.



Bibliografía


Lorde, Audre (2003), “Usos de la ira: las mujeres responden al racismo” en Audre Lorde, La hermana, la extranjera. Artículos y conferencias, traducción de María Corniero, revisión de Alba V. Lasheras y Miren Elordui Cadiz, Ed. Horas y horas, Madrid, 2003, pp. 137-150. (Texto original: “The Uses of Anger: Women Responding to Racism”, en Audre Lorde, Sister Outsider: Essays and Speeches, 1984)

Pedraza, Pilar (2004) “Nueva carne y remake: La mujer pantera” En Lectura Revista de dones i textualitat, 2004, No. 10, 37-48. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga

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