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Taller de Investigación y Tesis. Teoría y Crítica

REC #12: Entrevista a Amparo Aguilar, jurada de la categoría Perspectiva de género

Conversaciones con juradxs del REC 12° edición, festival de universidades públicas desarrollado en la ciudad de La Plata. Amparo Aguilar, realizadora, docente y gestora cultural, nos recibió desde la virtualidad para conversar sobre su rol como jurado en la próxima edición del Festival REC, el cine con perspectiva de género, y sus futuros proyectos audiovisuales. Por Sophia Di Girolamo y María Kimey Fernández.



TT (Taller de Tesis): ¿Cuáles son tus films o realizadoras referentes sobre cine de género?

Amparo Aguilar (AA): Agnès Varda, que fue un descubrimiento curiosamente tardío porque no es una cineasta que viéramos en la carrera.


Con mis compañeras de cartelera transfeminista empezamos a juntarnos todas las semanas a ver películas, leer textos, estudiar y encontrar estas referentas. Habiendo estudiado la mayoría en la ENERC o en la UBA, no habíamos visto cineastas mujeres en nuestras carreras. Entonces Varda, sobre todo en su faceta documental, me interesa un montón y me gusta mucho lo que hace con el documental: esa posibilidad de experimentar; una libertad absoluta.


La película que me hizo querer estudiar cine fue Titus (1999). Es una película dirigida por una mujer, Julie Taymor. Ella tenía un recorrido parecido al mío, ya que venía del teatro, de hacer mega puestas, y había algo de ella que me enganchaba. Y Albertina Carri definitivamente, sobre todo pensando en el trabajo del cine documental. Sin duda Lucrecia Martel fue y es para todas una referencia y fue una punta de lanza, pero el cine que me imagino haciendo no se parece en nada al de Martel.


TT: Con respecto a tu obra Malamadre (2019): ¿cómo surgió la idea?

AA: La idea surge a partir de mi maternidad. Tenía militancia en cuestiones de género desde hace muchísimos años. Entre eso, estar terminando la carrera, mi trabajo como productora y gestora cultural, la pregunta era cómo insertarme en el medio cinematográfico. La realidad que me encontré es que vivíamos 50 años atrasadas en la industria, en relación a otras formas de trabajo más formales donde la maternidad podía ser contemplada como un camino compatible con una carrera. Y a partir de ahí, de cierta expulsión o salida lenta de espacios de militancia, porque era incompatible con estar con dos niñxs.


Esa situación me hizo pensar en hacer una peli que hablara de las cosas que no se hablaban. Porque esto que sentía yo, que era un bicho, una mala madre, a la que le pasaban todas estas cosas, era una cuestión súper recurrente. Le pasaba a muchísimas, solo que no formaba parte del discurso público. Y así empezó.

Cuando vemos una película, una obra de teatro o leemos algo, podemos salirnos de lugares tan taxativos. Una pregunta también hacia adentro de nuestros espacios es ¿qué hacemos con las maternidades elegidas?, ¿qué hacemos si una falla?, ¿cuántan responsabilidad asumimos el resto en la crianza de lxs niñxs como una cuestión social? Pareciera que es la única cosa que es para toda la vida, como dice la peli, y que hay que hacerlo bien. Y de golpe puede pasar que no. Entonces es encontrar esos lugares, esos dobleces, donde todo no sale tan así.


Después hay cuestiones más concretas como la distribución de los cuidados y que se reconozca ese trabajo. El otro día hablábamos con una dirigente del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, que hay que entender que nuestra tarea como madres produce PBI, genera riqueza en el país. Punto.


TT: Has comentado en entrevistas que al momento de realizar Malamadre la maternidad aún no estaba en la agenda de los feminismos. ¿Qué de lo que todavía no está en agenda esperás encontrar en el audiovisual?

AA: Querría que empecemos a discutir el punitivismo. Realmente, como transfeminista, espero que eso suceda. Y como artista, creo que uno de los ámbitos es este.


También me parece que hay algo, como un movimiento de tres todo el tiempo. El terreno de la política, de las convenciones sociales, de lo que vamos estableciendo como sentido común. Es este terreno, donde había cosas que eran de una manera, se instala un límite y de ahora en más son de otra. Hay un montón de cuestiones que espero podamos trabajar desde el arte para producir una fuga. Por esto digo un movimiento de tres, como si la realidad funcionara con una lógica binaria de esto sí/ esto no, y aspiro a que las representaciones artísticas produzcan la posibilidad de otra cosa. ¿Qué otro imaginario se abre con eso?


Hay algo con las representaciones, a nosotras nos tocó la época de las mujeres bellas y fuertes. Salimos de las pobres mujeres de antes, a esa épica de poder con todo. Esta idea de lo falible me parece que estaría bueno que empiece a aparecer.


Por ahí son procesos. Creo que en este momento estamos bastante cerca de construir una épica que sólo concluye en que nosotras, o eventualmente nosotrxs, somos mejores. Y me parece que no necesariamente somos mejores. Tenemos otra relación con el poder. No fuimos el centro del poder, entonces tenemos un registro del poder y sus alcances, que hace que podamos hacer algo mejor. Pero no siempre como un determinante natural. Eso es algo que espero ir encontrando cuando nos narramos. Ahora estamos en el momento enamorado de narrarnos épicamente a nosotras mismas.


TT: También has mencionado que estás trabajando en un nuevo proyecto, La tara. ¿Podés contarnos un poco más sobre este trabajo? ¿Cómo desarrollaste tu proyecto en el contexto de la pandemia?

AA: Soy afortunada porque filmé en la pandemia. La tara la rodamos en febrero y marzo de este año en España. Es un documental de humor o una comedia documental, como dicen los productores españoles, que surgió a partir del hallazgo de la banda de sonido de Tararira, una película surrealista que se hizo en Argentina en 1936, protagonizada por mis tíos y abuelos. Empezamos a hacer un recorrido de eso y fuimos encontrando la historia familiar, también analizamos la relación entre arte y política en momentos importantes del siglo XX: durante la guerra civil española, Argentina en 1955, la revolución cubana, la dictadura argentina, y hasta la actualidad. Es una peli que tiene una cosa muy de collage, donde los que protagonizamos esa búsqueda somos mis hermanos, mi primo y yo, un poco poniendo el cuerpo para imaginar o para recomponer las anécdotas familiares y los sucesos. Ahora estamos postproduciéndola. Poder filmar en pandemia fue como la fantasía de un poco de normalidad. Estamos muy complicadxs con la pandemia y la paralización de la industria. Filmar fue un privilegio porque no trabajamos con el INCAA, la desprotección del instituto para todxs quienes hacemos cine en este tiempo fue dramática. En este caso la peli se pudo hacer porque era una coproducción con España, y de hecho se tuvo que hacer, porque el Instituto de Cine Español ya no nos daba plazos para que se extendiera. Por ahí la pregunta ahora es ¿hacer cine para qué? Creo que es tiempo de volver a un arte político, no dogmático o cerrado en su sentido, pero sí hay discusiones pendientes, como cuál es la normalidad a la que queremos volver.


Ahora estamos en el momento enamorado de narrarnos épicamente a nosotras mismas.

TT: El festival REC es organizado desde la universidad pública y está pensado para generar un espacio de contención y formación para lxs estudiantes. Teniendo en cuenta esto, ¿cómo confluye tu ser docente en tu actividad como jurado?

AA: Creo, y así lo trabajo en las clases, que hay un trabajo de contextualización necesario para el análisis de cualquier película. Esa contextualización tiene que ver con analizar el tiempo intra-obra, con analizar el tiempo de enunciación y también con contemplar quién enuncia, desde dónde está parada esa persona. Esto teje sentidos fuera de la obra que no siempre se tienen en cuenta, por una lógica resultadista y excluyente, de cómo se juzgan las producciones en casi todo el sistema del arte. Cuando se deja eso afuera, empiezan a jugar cuestiones que como política y como pedagogía no funcionan, no permiten empezar a pensar otras formas. Soy jurado y docente, pero también soy jurado de la categoría perspectiva feminista, y como docente trato de incorporar esto. Ver cuál es la forma del mundo que estamos acostumbradxs a representar; qué no se discute, cuál es la forma del mundo que pueden traer otras subjetividades a colación. En esto de que mujeres y otras identidades tratamos de ocupar espacios donde podamos contar nosotras, qué significa esta idea de que vemos distinto. Creo que tenemos otra sintaxis y que hasta que eso se establezca, no como canon sino como posibilidad, hay que abrir mucho a pensar quién enuncia, en qué contexto y en relación a qué tiempo. Para pensar qué cosas que no nos parecerían desde el canon admisibles puedan serlo, y esa es una tarea en la que siento que fracasamos todxs en el intento. Tratamos de hacer algo, pero somos hablados desde nuestra época y es uno de los desafíos más importantes siendo docente, mujer y documentalista. Hay algo muy importante en no pensar solo los temas, siento que eso es un gesto más primario, sino pensar mucho más en las formas, cuáles son nuestras formas, desde qué lugar miramos.



Ficha Amparo Aguilar

Amparo Aguilar nació en Mar del Plata. Es realizadora, docente y gestora cultural. Es egresada de la ENERC y actualmente se desempeña como docente en dicha institución. Su carrera está orientada a la realización documental sobre temas vinculados al feminismo. Dirigió cortometrajes de ficción y documental, y el largo Malamadre. Está postproduciendo La Tara, coproducción argentino-española; y en desarrollo de Éxodo – la interioridad como campo de batalla. Programa «Cantera», el área de cine experimental del CCK. Integra Cartelera Transfeminista desde su formación.

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