Próximo a su participación como juradx en el REC, el sábado 14 de agosto, nos recibió virtualmente en la intimidad de su hogar Joaquín Polo, licenciado en Artes Audiovisuales y especializado en Documental Latinoamericano. Por Paula Cáceres y Romina Constantinoff.
Taller de Tesis (TT): Te definís como documentalista… ¿De dónde surge la atracción por el documental? ¿Realizaste alguna producción desde el ámbito de la ficción?
Joaquín Polo (JP): Sí, creo que es la única definición que me cabe. Desde la primera vez que agarré una cámara de vídeo. No hay una puesta en escena, no hay un set, no hay nada. Es uno con la realidad y su mirada. }
Yo siempre tuve un interés muy grande por la imagen, por lo estético. Es algo que está en mí. No sé, muchos que me conocen dicen que soy un esteta. Es algo que no me da lo mismo, la ropa que me pongo o lo que hay colgado en mi casa. Pero al mismo tiempo, hay un interés muy grande por los movimientos políticos y sociales. Por las transformaciones que se pueden dar a partir del millón de voluntades.
Creo que la definición concreta de qué era lo que yo quería hacer la tuve cuando pude ver lo que hicieron cineastas del pasado. Lo que hicieron Raymundo Gleyzer, Humberto Ríos, Glaube Rocha, Miguel Littín, Juana Sapire. Ese cine para mí fue un derrotero para la creatividad. Y eso, más mi formación política y social, fue definiendo un perfil profesional del cual hoy vivo.
En términos de ficción, la verdad que he hecho muy poco. He hecho publicidad, no es algo que me enorgullece.
TT: Hay que vivir. ¿no? (Risas)
JP: Son experiencias. A mí la ficción me encanta, miro mucho. Pero hay algo de lo que está tan controlado, que a mí, hacerlo, me aburre un poco. Me divierte más el estrés, toda la locura que es el documental y toparse con una realidad que uno va a intervenir.
TT: Retomando esto que decías, que te definen como un esteta. Todas tus películas tienen una propuesta estética muy diferente. ¿A qué se debe?
JP: La película, el documental, es un lujo que uno se da dentro de otro proceso que es mucho más cotidiano y más de guerrilla. Con las pelis es como que se abre un paréntesis en la vida de uno, que dice “bueno, me voy a dedicar a esto”. Y ahí está cuánta cabeza y cuánto le puede meter uno dentro de otro universo de producciones y de cuestiones vinculadas al audiovisual.
Por ejemplo, Vicentín: de gran empresa a gran estafa, fue hecha en un contexto de pandemia y de urgencia: había que hacerlo ya. El cine como una necesidad, el cine como un arma, el cine entendido como una herramienta que puede posibilitar la reflexión en el que lo ve.
Roque Pérez, cien años de historia(s) tiene una cámara que está todo el tiempo en movimiento, buscando la perfección. Tenía tiempo para hacerlo, era pibe (risas). Era una peli que tenía que ver con hacer cine con la gente.
Las propuestas estéticas de cada peli tienen que ver mucho con el contexto en el que fueron hechas. Y eso me parece interesante y creo que nos hace muy latinos. Esa definición: la peli cambia según el contexto y hacemos cine documental desde ese lugar. Llenos de marcas, llenos de cicatrices, llenos de golpes, pero hacemos.
El cine como una necesidad, el cine como un arma, el cine entendido como una herramienta que puede posibilitar la reflexión en el que lo ve.
TT: Hablando del cine en Argentina… ¿Cómo ves actualmente la producción? ¿Hay políticas impulsadas desde el gobierno que acompañen el sector?
JP: El cine está pasando por una crisis evidente. El cine comercial y el cine más alternativo. Hay mucho conflicto. El Estado cumple un rol fundamental en las cinematografías de casi cualquier parte del mundo.
Yo creo que este gobierno que toca transitar hoy –del cual me siento parte en varias cuestiones– no estuvo a la altura de acompañar una crisis grande del sector de la cultura y del audiovisual. No fue prioritario, evidentemente, y creo que las autoridades del Instituto de Cine tampoco llevaron a cabo las medidas necesarias para contener un sector que genera mucho empleo. Pero esto también hay que ponerlo en contexto.
Veníamos de un proceso muy rico, que hizo que pudiéramos empezar a ver en las pantallas una multiplicidad de voces y miradas. Tal vez faltó una parte que tiene que ver con la distribución de esos contenidos, ¿no? Porque el cine no es sólo la producción, sino que es también la distribución y cómo esos contenidos encuentran pantallas y espectadores.
La crisis tiene que ver con el corte de la producción por la pandemia. Pero también con que durante cuatro años, el macrismo llevó adelante políticas que tenían que ver con achicar muchísimo la inversión del Estado. No se le puede achacar todo a este gobierno ni a las autoridades del INCAA.
TT: Justo hablabas de esto, que no es sólo producción, sino también difusión. ¿Qué opinás del REC como un espacio de expansión artística para lxs estudiantes y graduadxs de cine?
JP: Me parece muy importante todo lo que sea pantallas alternativas. Que no sean las grandes pantallas del cine comercial, que tal vez el principal interés que tienen es lo económico. Está bien, porque es una industria, pero hace falta otro tipo de pantallas donde poder ver otro tipo de material, ¿no? Y en ese sentido yo creo que el REC es un reservorio muy interesante a nivel cine y audiovisual latinoamericano. Es un Festival de Universidades Públicas, con todo lo que eso significa. Me parece muy interesante que eso se haya sostenido en el tiempo.
Es fundamental para poder acceder nosotrxs como espectadorxs a material, y también para incentivar a los nuevos realizadorxs a producir y que puedan hacer circular eso en alguna pantalla.
TT: Ya has participado en el festival REC en años anteriores, ¿qué se siente volver en calidad de juradx?
JP: Volver en calidad de juradx es un honor siempre. Estoy muy agradecido de que me tengan muy presente. Yo la vida académica la dejé muy de lado. Si bien me alejé bastante del mundo universitario, siempre me invitan para charlar, para mostrar material.
Volver también me parece súper interesante, porque me permite ver lo que están produciendo lxs pibxs hoy. Y eso es algo que me interesa un montón. Tengo muchas ganas de ver y entender qué están pensando las nuevas generaciones en torno al audiovisual, porque me permite estar en contacto con una mirada mucho más fresca y menos cargada de un montón de conceptos y cuestiones que yo tengo.
TT: El año pasado estrenaste tu última peli. ¿Qué proyectos hay a futuro? ¿Hay algún largometraje en camino?
JP: Proyectos hay siempre, uno vive de los proyectos. Tengo un documental largometraje que fue aprobado por el Instituto de Cine. Tenemos otorgada una audiencia media.
Es un documental sobre la Historia del Dorado, de una porción de selva entre Argentina, Paraguay y Brasil. Narra un poco el conflicto entre aquellos inmigrantes con los guaraníes y las personas que ya estaban habitando esa tierra. Está parado sobre la cosmovisión guaraní: cómo entendían y cómo entienden –porque son culturas vivas– la tierra, la naturaleza, el cielo, la propiedad. Y básicamente es ese conflicto entre los inmigrantes europeos que llegaron a un espacio donde había un desarrollo, una historia y una cultura, tal vez invisibilizada.
Después tengo ganas de hacer otras cosas parecidas a Vicentín, que hagan un aporte. Y después… Seguir vinculándome con realizadorxs, con los cuales poder armar un grupo en el cual pensar estas cosas y trabajar en conjunto.
Somos muy pocxs lxs que hacemos cine social, político. Cuando me entero de que hay alguien le escribo, lx llamo y le digo: “che mirá, somos tres gatos locos, vamos a juntarnos, vamos a ver qué estamos haciendo”. Ese es también otro proyecto, ¿no? Construir un espacio dentro de un proyecto político para pensar el audiovisual.
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