Por Marianela Constanino
Comienzos y finales. Una serie de microanálisis.
Mediante un meticuloso análisis a partir de los gestos y de los encuadres, Marianela Constantino desentrama los nudos que atan a Phil y Peter, protagonistas masculinos de The power of the dog.
1925, Montana. Los hermanos Burbank dirigen un rancho dedicado a la cría de ganado. Cuando George, el mayor, decide casarse con una joven viuda, Phil ve amenazado su único vínculo afectivo, por lo que hace todo lo que está a su alcance para que la estancia de Rose sea un infierno. Peter, el hijo de Rose, víctima también de sus hostilidades, observa con preocupación cómo esto va afectando el carácter de su madre.
Comienzo este análisis con un spoiler del final, que está indiciado desde la primera frase dicha por Peter: Cuando mi padre murió, no quería nada más que la felicidad de mi madre. ¿Qué tipo de hombre sería si no ayudara a mi madre, si no la cuidara? Un fuerte indicio, que la autora sembró y dejó germinar hasta el final.
Para continuar el análisis me voy a centrar en aquellos aspectos formales que constituyen el sostén del guion. Desde el comienzo hay algo que sobrevuela en torno a la idea de lo que condiciona, algo que atraviesa todo el relato: desde los primeros planos el paisaje del Oeste condiciona a los personajes, los rodea, los encierra entre sus vastas llanuras y las distantes montañas. La primera vez que vemos a Phil es a través de los marcos de las ventanas. El personaje avanza acercándose al rancho y accedemos a su figura, lejana y de difícil acceso, de manera fragmentada e incompleta; esquiva. Una parte importante de la caracterización está definida por su vestuario: Phil es sobre todo un vaquero. En su recorrido pasa al interior de la vivienda, donde la puesta en plano va a demorar todavía el visionado de su rostro pleno. Este pasaje de lo externo (el paisaje, lo público) a lo interno (el hogar, lo íntimo), es una célula semántica que anuncia la progresión de la estructura completa de la película y por ende la construcción de su sentido implícito. Phil Burbank esconde algo que no puede mostrar: ha aprendido a representar un carácter fuerte y su defensa es la hostilidad, pero un ser sensible y frágil irá desvelándose poco a poco a lo largo del argumento.
Los detalles habilitan lecturas interpretativas. Vemos por primera vez a Peter a través de un plano de sus manos mientras corta papel. Está bañado por una iluminación suave; con una precisión quirúrgica Peter crea unas delicadas flores —en este western no hay armas: hay tijeras, cuchillos y bisturíes—. Esta elección estética caracteriza un aspecto de Peter —su sensibilidad y su meticulosidad—, pero también nos sugiere su practicidad en el momento en que entra su madre y le pide que mate un par de pollos. En la siguiente escena, Peter deposita las flores en una tumba. La serie de planos que la componen está realizada a la distancia, por lo que observamos desde afuera. Luego, en planos más cercanos, vemos que la ofrenda es para su padre —quien, más tarde sabremos, se suicidó ahorcándose—. Esta escena contiene en su matriz estética el fundamento de las acciones siguientes y anticipa las consecuencias que se desarrollan en el desenlace. La música más que la de un western tiene tonos más cercanos al thriller, incluso hitchconianos. Hay algo sórdido en Peter que descubriremos, gracias a las sutilezas narrativas, recién al final.
Queda sellado estéticamente el destino que depara a estos dos personajes. Entre Phil y Peter hay contraste, pero también similitudes.
En la siguiente escena, mientras Peter peina con detalle su cabello en un primer plano visual aún parado en el campo santo, el montaje lo vincula con un cambio de foco en continuidad, pero a la vez como un contraste, a Phil, a quien vemos al fondo, en medio del alboroto generado por su ganado: está llegando al pueblo. Queda así sellado estéticamente el destino que depara a estos dos personajes. Entre Phil y Peter hay contraste, pero también similitudes. Phil también resulta ser un artesano que trabaja con delicadeza, realiza por ejemplo una mesa y una silla en miniaturas perfectas, y trenza un lazo con sutil destreza. El civilizado, delicado y sensible Peter tiene además un carácter determinado, frío y calculador. El despreciable, bárbaro y sucio Phil, demuestra contener una fragilidad y calidez que lo harán finalmente vulnerable y hasta manipulable. Ambos representarán dos modelos de masculinidad, y también dos etapas en la historia y transformación de ese mundo del Oeste.
Cerca del final, cuando Phil ya está infectado con el microbio que le causará la muerte, encuentra el lazo que había obsequiado a Peter como un símbolo de conexión entre ellos, abandonado en el establo por Peter. Ese lazo es además todo un símbolo de un modo de vida campestre, pero también de lo que sujeta, de lo que ha sujetado a Phil en el sentido amplio. Phil camina en la misma dirección que lo hacía la primera vez que lo vimos, y el plano en movimiento lo observa nuevamente a través de tres ventanas que recortan su camino. Phil ahora viste un traje, un traje que no le queda, que le es incómodo y que perfomateará su imagen fúnebre.
El último plano de la película revive la melodía que escuchamos en el cementerio. Peter finalmente ha salvado a su madre, confirmando el sentido de sus primeras palabras. Con sus manos, esta vez protegidas por guantes, esconde su secreto y observa desde la ventana el beso que recibe Rose de su esposo —aunque en ese mundo de hombres nada es color de rosas—.
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