Con este cambio de luces el film de González Iñárritu adquiere un vuelo que es importante destacar. Sobre todo en un país como la Argentina donde quedan todavía muchos verdugos que duermen demasiado tranquilos. Pero que como el personaje de Tom Hardy están también ellos al borde del desvelo, de la pesadilla, del fantasma que los confronte con un pasado por el que deben responder.
Revenant es un vocablo francés, forma sustantivada del verbo revenir (literalmente, regresar). Tiene diversos usos dependiendo del contexto, pero comúnmente se lo utiliza como sinónimo de “fantasma”, “aparecido”, como en la frase les revenants se promènent dans les vieux châteaux (los fantasmas se pasean por los viejos castillos). Como ocurre con otras voces de origen francés incorporadas al vocabulario inglés, revenant mantiene en esta lengua su acepción original: un fantasma, un espectro. En español tenemos la palabra “redivivo”, que significa también “aparecido”, “retornado de entre los muertos” –se dice por ejemplo: muerto redivivo–, pero su uso es mucho menos corriente que el revenant franco-inglés.
Esta aclaración resulta imprescindible para poner en cuestión el título adoptado de El Renacido: no es lo mismo nacer de nuevo que retornar de entre los muertos. Resulta interesante que la crítica se detenga en los aspectos aparentemente inverosímiles de la trama, perdiendo de vista el núcleo ético-filosófico de la historia.
The Revenant está concebida como una tragedia griega. El personaje de Tom Hardy realiza el periplo de Creonte en la Antígona, de Sófocles, quien deja sin sepultura a los muertos y entierra a los vivos. En la versión original, Creonte abandona el cuerpo sin vida de Polinices y lo deja a merced de los pájaros y los perros carniceros, a la vez que sepulta viva a Antígona. En The Revenant, es el cuerpo del joven Hawk el que queda sin sepultura, mientras que su padre (Di Caprio) es enterrado vivo. Y esta afrenta a las leyes de los dioses no será sin consecuencias.
O en Hamlet, de Shakespeare, donde es el fantasma del padre muerto quien le transmite al hijo el modo en que fue asesinado por su hermano, para que asuma la responsabilidad de hacer justicia. O en Macbeth, donde las víctimas de la ambición sin límites del rey retornan como fantasmas para acosarlo.
Toda sociedad tiene sus fantasmas, toda sociedad tiene a sus seres malditos. Los nuestros son los desaparecidos, los muertos por exclusión social y por falta de sanción de la justicia. Son los que no descansan y retornan en los sueños colectivos, son los que nos señalan insistentemente que ha habido un daño en la red social que requiere ser reparada desde la justicia y la memoria, porque de lo contrario retorna como venganza. Por eso no es importante la pregunta de si existen realmente –o de si es verosímil su sobrevida–, sino más bien qué real excluido o rechazado están señalando. «Dime qué fantasma te acosa y te diré qué deuda simbólica está en juego».[1]
No hay descanso para los muertos sin sepultura, para los matados sin justicia. Y en estos relatos de fantasmas –The Revenant puede ser pensado como uno de ellos– se nos propone la ficción de que todo el orden de la realidad se subleva: los culpables no podrán dormir a la noche porque sus fantasmas los acosarán, hasta que el daño simbólico sea reparado.
--------------------------
[1] Ver al respecto el trabajo de Eduardo Laso sobre el film Sexto Sentido en http://eticaycine.org/Sexto-Sentido
Comments