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Camilo Hirsch

The Square: la deshumanización moderna

¿Cómo puede el cine contemporáneo retratar algo más grande? Camilo Hirsch nos cuenta cómo lo hace el director sueco Ruben Östlund… en momentos en los que parece ser partícipe del ágape del arte contemporáneo.



En la película del director sueco Ruben Östlund la trama gira en torno a Christian, manager de un museo de arte contemporáneo a quien le roban sus pertenencias en la calle y piensa con su asistente un plan para recuperarlo; pero la historia no se centra en él. Como ocurre en gran parte de la filmografía de Östlund, el motor narrativo no es tanto la evolución o transformación del protagonista sino la disección quirúrgica -con un estilo frío y ajeno que evoca a Haneke- del entorno social que lo define.


El título de la película se refiere a la última adquisición del museo donde trabaja Christian, una obra que realmente existe y es autoría del mismo Östlund pero que en el film se la adjudica a la artista argentina Lola Arias: Un cuadrado de cuatro metros por cuatro metros donde “todos compartimos los mismos derechos y obligaciones”, como advierte su placa. El guión surge a partir de la repercusión que tuvo esta obra en Suecia. De allí la ironía que se palpa durante los ciento cuarenta minutos de The Square.


El gran acierto de la película es que, a pesar de la variedad de temas que toca, se niega a entrar de lleno en ellos y definirlos según su postura singular, apenas sugiere (partiendo primero de situaciones cotidianas, pero acrecentando cada vez más el absurdo) para que el espectador saque sus propias conclusiones. Deja en manos del espectador la construcción del significado, el final no es una instancia definitoria, es una puerta abierta donde todas las lecturas son válidas.

Es en estas decisiones donde se pone de manifiesto la relación de íntima coherencia que los elementos formales de las películas de Östlund mantienen con su contenido, ya que uno de los grandes tópicos de The Square es el poder, el poder como construcción social: no hay persona que, naturalmente, tenga una posición de autoridad sobre los demás.»De hecho (…) una acción sobre la acción, sobre unas acciones eventuales o actuales, futuras o presentes», decía Foucault.


Quizás la escena donde más se evidencia este carácter social es en la perfomance del hombre-mono.


Una voz advierte que el “primitivo puede oler el miedo y lo recomendable es evitar llamar su atención para que se vaya a buscar a otra presa.” Empuja y acosa algunas personas mientras los demás deciden callarse y bajar la mirada, perderse entre la multitud, hasta que está a punto de violar a una mujer y entonces se rompe el pacto social. Aquellos que habían aceptado su posición de dominados (los espectadores de la performance) se rebelan y lo atacan en manada, golpeándolo salvajemente.


Aun así, a pesar de la ironía con que se burla de la ambigüedad vacía de cierto arte moderno o de la hipocresía de quienes se dedican a hablar de valores que son incapaces de poner en práctica, The Square evita caer en el cinismo.

Una particularidad de The Square es la aparente desconexión entre muchas de sus escenas. ¿Qué aporte puede hacer al desarrollo de la trama, por ejemplo, la escena donde Christian pierde a sus hijas en un shopping y le pide a un mendigo que le cuide las bolsas de las compras? Es cierto que las películas de Östlund se inscriben dentro de lo que se conoce como cine contemporáneo, cuya narrativa se centra en historias cotidianas y donde el nexo entre las escenas no viene dado por una lógica causal sino por una acumulativa (busca transmitir, a partir de distintas situaciones cotidianas, una determinada sensación o sentimiento que se repite en ellas); pero en mi opinión, es otra la intención que lo lleva a construir sus relatos de esta manera: replicar a nivel discursivo la falta de vínculos entre los personajes. Reforzar aquello que plantea con los varios planos de multitudes enajenadas con sus celulares, corrientes de marea humana que avanzan por la calle ignorándose entre sí. La mera idea de que sea necesario un lugar donde la empatía es obligatoria parte de la noción de que hay principios básicos de las relaciones sociales que están fallando.Aun así, a pesar de la ironía con que se burla de la ambigüedad vacía de cierto arte moderno o de la hipocresía de quienes se dedican a hablar de valores que son incapaces de poner en práctica, The Square evita caer en el cinismo. En Christian conviven la necesidad de afecto y la reticencia a demostrarlo, el egoísmo y la culpa; incluso en los personajes en general (considerando el hurto del que Christian es víctima o el spot publicitario de la niña indigente). Se puede ver que hay una comprensión del dolor ajeno, aunque también la compasión pueda ser usada para el beneficio propio.

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